lunes, 21 de mayo de 2012

Las tácticas de Maquiavelo

El Jefe es un niño grande que no ha crecido emocionalmente. Da la impresión de que tiene algún trauma infantil, pues odia a las mujeres. Sin embargo, si ha aprendido algo a lo largo de su vida es que el mejor modo de tratar con mujeres es utilizarlas para sus intereses. En su laboratorio (él piensa que realmente es de su propiedad) las mujeres sólo pueden trabajar en categorías inferiores  a la suya, es decir, como enfermeras, técnicos o auxiliares. La categoría de especialista queda reservada para los hombres con los que prefiere, en teoría, un trato de tú a tú y, en realidad, que le besen el trasero.

Su logro más inteligente ha sido rodearse de dos mujeres, la Sargento y la Cabo de Hierro, que le hacen la mayor parte del trabajo sucio. Son sus incondicionales ya que como él bien sabe, el mayor enemigo de una mujer siempre es otra mujer.

Es un grandísimo hipócrita. Tiene dos caras, una para la gente que le interesa y otra para la que odia. Para quien sólo lo conoce superficialmente, parece que nunca hubiera roto un plato.

Dice Maquiavelo en el arte de la guerra: “El mejor de los proyectos es el que se mantiene oculto para el enemigo hasta el momento de ejecutarlo”.

Desde hace ya ocho años, el Jefe me considera enemigo suyo y no sólo me ha ocultado todos los proyectos de trabajo del laboratorio sino que además ha jugado a confundirme, con la clara intención de volverme loca. Ahora va diciendo por ahí que estoy loca.

Dice Maquiavelo: “Nada es más útil en la guerra que saber ver la ocasión y aprovecharla”.

La ocasión la supo ver cuando los macacos eliminaron el primer laboratorio en el que trabajé. Fue la primera ocasión en la que se encontró con dos personas de su misma clase, con las cuales se hizo muy amigo: el macaco Almidez y el macaco Mazazo. Entre los tres maquinaron el inicio del mobbing convencidos de que yo no tardaría mucho en marchar. De eso hace ya ocho años.

Dice Maquiavelo: “En los acuartelamientos se mantendrá la disciplina con el temor y el castigo; en campaña, con la esperanza y las recompensas”.

Este punto lo sabe manejar muy bien el Jefe. En el laboratorio se trabaja con temor y miedo al castigo. Desde que llegué al laboratorio del hospital, se prohibió al personal que hablara conmigo y tuve que soportar un ambiente muy asfixiante y hostil, que ahora se ha relajado un poco. Estuve durante mucho tiempo hablando sólo con dos personas que no cumplían la prohibición. Durante mucho tiempo no me pude comunicar con la técnico que trabaja conmigo, que cuando había alguna incidencia en mi sección se iba corriendo a hablar con la Sargento de Hierro. No sé qué le habrá hecho cambiar de actitud, pero ahora sí que nos comunicamos bien.

Como la mayor parte del personal técnico es contratado, el castigo es claro: si no cumplen con las normas, pues a la calle.

En cuanto al personal fijo funcionan más por las recompensas. Actúan por amiguismo y así siempre obtienen algún beneficio.