El mobbing, dicho lisa y
llanamente, es una forma violenta y macabra de echar a una persona de su
trabajo.
Dicho en palabras más
técnicas: el acoso moral en el trabajo, conocido frecuentemente a través del
término inglés “mobbing” (acosar, hostigar y acorralar en grupo), es la acción
de un hostigador u hostigadores conducente a producir miedo o terror en el
trabajador afectado hacia su lugar de trabajo.
La víctima recibe una
violencia psicológica extrema injustificada, a través de actos hostiles en el
trabajo, por parte de sus compañeros (entre iguales), de sus subalternos
(sentido vertical ascendente) o de sus superiores (sentido vertical
descendente). En mi caso se juntan todos y me caen tortas por todos los lados.
Esta violencia
psicológica se produce de forma sistemática y recurrente durante un tiempo
prolongado a lo largo de semanas, meses e incluso años, y a esto se añaden en
ocasiones accidentes fortuitos y hasta agresiones físicas en los casos más
graves. O sea el mío es de los más graves.
Lo que se pretende en
último término, con este hostigamiento e intimidación es que la víctima
abandone su puesto de trabajo ya que es considerada por su agresor o agresores
como una molestia o amenaza para sus intereses personales (ambición de poder).
Dicen los expertos que el
fin último del acosador es el asesinato psicológico y moral de la víctima y el
motivo principal es encubrir la propia mediocridad. Todo ello debido al miedo y
la inseguridad que experimentan los acosadores hacia sus propias carreras
profesionales. De este modo pueden desviar la atención o desvirtuar las
situaciones de riesgo para ellos, haciendo de las víctimas verdaderos chivos
expiatorios de las organizaciones.
Para los acosadores el
fin justifica los medios y todo vale para atacar la reputación y la dignidad de la víctima. El acto macabro de
atacar psicológicamente a una persona es intangible (no se puede ver por nadie
más, que no sea la propia víctima) como la contaminación y la radiactividad, e
igual de tóxico y expansivo.
Los agentes tóxicos del
acoso son, en la mayoría de los casos, los superiores o jefes, apoyados a
menudo por esbirros o sicarios. Es frecuente la actuación de los acosadores en
grupos o bandas de acoso, y los actos de hostigamiento suelen ser gritos,
insultos, reprensiones constantes, humillaciones, falsas acusaciones,
obstaculizaciones para el desarrollo de su trabajo, bromitas, reírse en sus
propias narices y finalmente tachar a la víctima de bruja o de loca. Todo ello
puede desembocar en un auténtico linchamiento psicológico de la víctima, que si
es practicado entre todos los trabajadores es muy difícil de probar, por lo que
el asesinato psicológico habrá resultado perfecto.
Quien acosa intenta un
daño o perjuicio para quien resulta ser el blanco de esos ataques, muy especialmente
el de provocarle “miedo en el cuerpo” y la quiebra de su resistencia
psicológica.
Todo proceso de acoso
psicológico tiene como objeto intimidar, reducir, aplanar, apocar, amedrentar y
consumir emocional e intelectualmente a la víctima, con vistas a anularla,
someterla o eliminarla de la organización.