sábado, 25 de agosto de 2012

Al final, la Sentencia


A finales de julio, justo antes de mis vacaciones, me llegó la sentencia definitiva del SALUD: dos años y medio a la calle.

Siempre me han hecho las peores jugarretas justo antes de vacaciones, en un intento de amargármelas. Este año no lo han conseguido. Estas son  las mejores vacaciones, las más tranquilas y serenas, desde hace muchos años.

El año pasado me informaron de la apertura del expediente justo el día antes de vacaciones, que fueron en agosto. Su intención era que no encontrara abogado y se me pasara el plazo de hacer alegaciones, que era de diez días. Por suerte, el sindicato deja un abogado de urgencias en el mes de agosto. Pero me pasé los primeros quince días de vacaciones  amargada con el dichoso expediente.

Ahora sólo me queda ir a juicio, al Contencioso.

De lo que se me acusa es muy largo y lo iré analizando poco a poco. Hoy sólo me referiré a la acusación más absurda y esperpéntica de todas las que me han hecho.

Dicen que soy autora de una falta de carácter grave descrita así: “la grave desconsideración con los superiores, compañeros, subordinados o usuarios”. Eso sí, tienen buen cuidado de no explicar en qué momento y de qué modo he sido desconsiderada con ellos. Todo queda en el aire.

¡Qué cara más dura! O sea, que ellos me han difamado y desprestigiado, han intrigado y se han complotado contra mí. Me han hecho todas las zancadillas posibles para que no pudiera cumplir con mi trabajo y lo han boicoteado continuamente. Me han acusado de faltar al trabajo cuando son ellos los que faltan y se cubren unos a otros. Han intentado mediante acoso verbal y físico que yo abandonara mi puesto de trabajo. Me han agredido física y psicológicamente, me han hecho pequeños destrozos en el coche y han intentado volverme loca e inducirme al suicidio. Ellos han acosado a los subordinados que han trabajado conmigo. Y ahora resulta que soy yo la que soy desconsiderada. A eso se le llama una gran tergiversación y manipulación de los hechos.

Realmente son todos ellos unos delincuentes de guante blanco. Eso sí, nunca se ensucian las manos.