En mitad de mis vacaciones, me enviaron los macacos de sanidad un burofax
diciéndome que ya no me presentara a trabajar y que no volviera en dos años y
medio, en un claro intento de fastidiarme las vacaciones. No lo consiguieron,
pues las pasé fuera de casa y no pude recogerlo. El día antes de ir a buscarlo
me puse muy mal y tuve que ir a Urgencias; me dieron la baja por enfermedad.
Ahora, después de veinte días de baja y 2 meses de cumplimiento de la
sanción impuesta por los macacos, ya vuelvo a trabajar por orden del juez.
Recibí el auto del juez diciéndome que me incorporara inmediatamente un
viernes y ese mismo día me presenté al macaco Tubejo, el actual Director del
hospital. Me miró como si yo fuera una aparición o un fantasma, estaba atónito.
Le costó reaccionar y me dijo que no tenía notificación oficial, que volviera
el lunes siguiente, que seguro ya la tendría.
Volví el lunes y el Macaco Tubejo me dijo que ya tenía conocimiento de que
yo iba a volver, pero no oficial, y que me darían de alta ese mismo día pero
que me fuera a casa, que ellos ya me avisarían cuando me pudiera incorporar a
mi puesto de trabajo. Y digo yo: ¿Cómo podía tener conocimiento, de que me
tenía que incorporar, y no fuera oficial?
¿Sería posible que me regalaran días? ¿Cuándo me habían hecho ese regalo
los macacos? ¡Nunca! Todo lo que habían hecho hasta ahora era intentar fastidiarme
los que me pertenecían legalmente.
Llamé a mi abogado y le pregunté: ¿Qué tenía que hacer? Me dijo que si me
quedaba en casa podía recibir una carta acusándome de que no me había
presentado a trabajar.
¡Ya estamos otra vez! ¡Una trampa más! ¿Cuándo se acabarán?
Volví a presentarme el martes. ¡Volvió a mirarme con cara de alucinado! Me preguntó que qué hacía allí si él me había dicho que me quedara en casa.
Le contesté que yo me tenía que incorporar, y que sólo me quedaría en casa si él me firmaba un papel diciéndome que me quedara.
El macaco Tubejo resoplaba, se veía que no sabía por dónde cogerlo. Me dijo que me harían un escrito en Personal y me fui a mi lugar de trabajo.
Me pasé casi toda la mañana sin hacer nada y esperando el escrito que no
llegaba. Al final, y después de insistir dos veces, me llamaron de Dirección
para que fuera a hablar con el Director.
Me entregó un papel con un rollo escrito en el que, entre otras cosas, me
comunicaban que me daban de alta en la Seguridad Social y que quedaba en
suspenso la ejecución de la sanción impuesta.
Entre las cosas interesantes que me dice en el escrito está: “…se le
recuerda que tiene todos sus derechos pero también debe cumplir con todas sus
obligaciones y, entre ellas y como muy principales, las sujetas a la obediencia
de sus superiores en el orden y área del desempeño de sus funciones
profesionales…”
¡Serán canallas! Yo nunca he dejado de cumplir las normas que han impuesto
mis superiores, pero ellos sí que incumplen las suyas y, entre ellas y como muy
principales, las de respetar los derechos de los trabajadores, y en este caso
los míos.
Y en cuanto a la obediencia: yo siempre he hecho lo que me mandaba el Jefe.
¿Se referirá a una obediencia ciega?, ¿a hacer lo que mandan aunque esté mal
hecho?
Acaba el escrito con una amenaza: Si no me comporto bien se lo dirán al
Juzgado. No podía ser de otra manera; se pasan la vida amenazando y metiendo
miedo. ¡Así funcionan los macacos!
En cualquier caso el Director no firmó que me fuera a casa y que ya me
avisarían para comenzar a trabajar.
De esta manera me volví a integrar en mi trabajo.