domingo, 1 de mayo de 2016

¡Vigilad, trabajadores, vigilad! ¡Los macacos nos roban!

Los macacos ladrones andan sueltos en el Salud. Bueno, a decir verdad no sólo en el Salud; están por todas partes, pero yo me ceñiré al Salud, que es lo que mejor conozco.

Como ya os he contado, el Capitán de Hierro es un gran delincuente de guante blanco, que siempre ha actuado ayudado por otros grandes delincuentes, como son el macaco Molino y el macaco Elangelito, con total impunidad judicial. Los tres son grandes prevaricadores y ladrones de plazas, provocando mobbing y desgraciando la vida de los trabajadores del Salud. Y no sólo la mía, sino la de más gente.
Como malhechores que son, los pacientes y los trabajadores les importan muy poco y su único interés radica en adquirir poder y dinero; que para eso trabajan, al fin y al cabo. El fin justifica los medios y ellos han de satisfacer su ego. 
Y como nadie les para los pies, ya que los jueces son igual de miserables, así seguirán hasta que se jubilen. 

Lo cierto es que los macacos siempre han colocado en las Jefaturas a los tipejos más trepas y sinvergüenzas, pero desde la Consejera No-eh-no han tenido más vía libre para practicar sus fechorías. El Salud siempre ha sido un lugar de chanchulleo y mangoneo, y últimamente más.

Al Capitán de Hierro lo colocaron de Jefe, a dedo por supuesto, hace ya algo más de dos décadas y después de un par de años trabajando como facultativo interino. Bueno, eso de trabajar es un decir, porque pronto se rebeló contra su Jefe y se negó a hacer cosa alguna, durante una buena temporada. Ya entonces demostró ser un buen trepa y le amargó la vida, todo lo que pudo y más, con la perversa intención de que se fuera lo más rápido posible y así poder él ascender a Jefe. Porque lo que más le gusta al Capitán es no dar un palo al agua y cobrar por todo el morro.

El Capitán de Hierro, durante el tiempo que lleva en la Jefatura, ha puesto de patitas en la calle a tres Analistas Clínicos, robándoles la plaza que tenían en propiedad y ganada por oposición. Y todo porque no eran buenos pelotilleros, cambiándolos por contratados que sí que saben hacer muy bien la faena de lameculos.
Al primero que echó a la calle, un hombre, lo acribilló a juicios que eran recurridos por el Analista y siempre acababa ganando éste. Pero cuando el juicio acababa, ganando el Analista, el Capitán conseguía que el Salud le pusiera otro juicio. ¡Cómo al Capitán no le cuesta ni un euro la Injusticia!
Naturalmente, el Analista dejó de recurrir y renunció a su plaza. ¡Es qué si no, hubiera acabado arruinado!
Fuera de juego ya el primer Analista, empezó a hacer mobbing a otro Analista, esta vez una mujer. Otra persona que no toleraba sus chanchullos.
La mujer resistió unos pocos años, con bajas continuadas. Pero la pobre acabó con dolores de espalda muy fuertes e incapacitantes, hasta el punto de que tenía temporadas en que se quedaba inmóvil total. Fue operada dos veces de la espalda y al final le dieron la 
Incapacidad Permanente.
Fue cuando ya tenía fuera de juego a esta Analista, cuando empezó a cargar contra mí. Y mi historia ya la conocéis todos.

Su mayor aliada es la Cabo de Hierro, es la que daría su vida por él. Es la supervisora de enfermería del laboratorio y lleva muchos años trabajando con él, gracias a que es la perfecta lameculos. Es tan miserable como el Capitán; lo lleva en el alma. Y por supuesto fue el Jefe quien le dio el cargo de supervisora, digitalmente.

La Cabo siempre ha manejado los contratos de laboratorio como a ella le ha dado la real gana. Lo que significa que los más largos y mejores siempre han ido a parar a sus amigas pelotilleras del Capitán; las mejores lameculos.
Así ha conseguido que algunas técnicos de laboratorio, que por supuesto se han hecho muy amigas suyas, recién salidas de la escuela hayan conseguido hacer muchos puntos, gracias a que nunca han dejado de trabajar y han empalmado siempre contratos. A las que por casualidad caen por el laboratorio y no hacen la pelota al Capitán, nunca más las vuelven a contratar.

El problema es que el Salud es un sistema sanitario corrupto y perverso, donde abunda el latrocinio. Desde que llegó la Consejera No-he-no los Jefes puestos a dedo han brotado como setas, pero podridas.

El caso es que nos deberíamos implicar, todos los ciudadanos, en el control de los macacos. Deberíamos exigir que cesen a todos los Jefes puestos a dedo y nombren sólo los estrictamente necesarios, como son los directores y gerentes de hospitales, jefes de personal y de gestión y el director gerente que coordina la red hospitalaria. Todos los demás sobran.
Deberíamos escoger entre los trabajadores, por servicios, un jefe que sólo durara cuatro o cinco años y después de ese tiempo cambiarlo; con la posibilidad de que si es corrupto cesarlo del cargo.
De esta manera no habría jefes ladrones, que se creyeran los amos del cortijo, como el Capitán de Hierro.

Porque al paso que vamos: ¡Vamos a la quiebra total del SALUD!

martes, 9 de febrero de 2016

La danza de los miserables



Vaya aquí y por delante para conocimiento de todos los mis lectores, amigos y enemigos, que mi vida laboral en el hospital se ha acabado. Y sé que lo digo para solaz de mis enemigos, pero es la dura realidad y aquí queda plasmado eso.

Alguien dijo que la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Pues el sueño de mi vida lleva camino de acabar mal, como acaban la mayoría de los sueños en el infierno de la vida real. 
Como dijo el dramaturgo español Jardiel Poncela: “En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría se roncan”. Y yo he roncado un bonito sueño que parece que no se hará realidad.

¡Han vencido los malos! ¡Me han robado mi plaza de trabajo! ¡Miserables ladrones! 

Una plaza que había ganado con el sudor de mi frente me ha sido robada a mano armada y con todas las de la ley. Una ley corrupta, propiciada y mantenida por perversos macacos. 
Así mis dos expedientes han ido danzando de miserable en miserable. Empezando por el macaco Director Molino, los macacos Gerentes Sin Salida y Elangelito, toda una corte de intermediarios y, para finalizar, los jueces correspondientes, que han sido nueve por el momento, que no es moco de pavo. 
Ni un juez honesto. Todos han danzado al son de los macacos, la mayor mafia mundial. 
Así nos va el país, pues como está escrito en el Talmud: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”. 
Era de esperar que mi caso acabara de este modo, pues ya lo dijo Adolphe Thiers (político e historiador francés): “La injusticia es una madre jamás estéril: siempre produce hijos dignos de ella”. 
Parece mentira que un lugar tan chiquito como es el hospital que nos ocupa (un comarcal), pueda albergar tan gran cantidad de criminales; todos concentrados en el pequeño laboratorio de Bioquímica y en los despachos de Dirección.

¿Porque, qué es aquel que roba el salario de su semejante? Sencillamente un ladrón, un delincuente.
Y, ¿qué es aquel que roba a mano armada, aunque sea de guante blanco? Sencillamente, un criminal.
Y, ¿qué es aquel que usa un arma con intención de matar, aunque haya sido un asesinato frustrado? Ciertamente, un criminal.
Y, ¿qué son aquellos que permiten y apoyan el robo y el asesinato? Según Leonardo da Vinci: “El que no castiga el mal, manda que se haga”. Pues eso, más de lo mismo: unos criminales.
Eso son el Capitán, mis pseudo-compañeros y todos los macacos y jueces que les han apoyado.
¡Hatajo de criminales! 

Dijo Darwin que el mundo es de los depredadores, y parece ser que así es. El mundo es de los malos, de los que machacan a sus semejantes, de los que dan patadas con botas de acero, de los que empujan con escudos metálicos y pegan con porras de goma, de los que sacan los ojos a los que se manifiestan y de los que tiran bombas a matar. 
El mundo es de los que se abren paso a codazos, de los psicópatas, de los maquiavélicos, de los ruines, mezquinos, usureros, sátrapas, tiranos y miserables en general.
En fin, el mundo es de los macacos y de los políticamente correctos que se alían con ellos. 
Es decir, ¡el mundo es de los criminales! Este es el mundo que el hombre ha creado. 

Y, ¿qué quiere cualquier criminal en este mundo? Pues poder seguir perpetrando sus crímenes sin que nadie se entere.
Y esto es lo que intentan los criminales del hospital: “SILENCIARME”. 

Pero ningún criminal del mundo ha podido impedir nunca que al final la verdad salga a la luz. 
Porque como dijo S. Agustín: “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”. 

Y mi historia continúa.