martes, 8 de diciembre de 2015

¿Por qué no abandono?


Esta entrada está dedicada a mis amigos, a aquellos que se preguntan o me preguntan por qué no pido un traslado, o simplemente por qué no me marcho, en caso de no poder conseguirlo. Algunas me dicen que ellas no hubieran aguantado este suplicio y que se habrían largado sin más. Abandonar para no sufrir. 

Pues bien, son ya once años de martirio, pero en ningún momento ha pasado por mi mente la idea de pedir un traslado o abandonar mi puesto de trabajo. Mi hija me dice que soy masoquista. Pues no, no es cuestión de masoquismo, sino que me gané mi puesto de trabajo con el sudor de mi frente y no estoy dispuesta a que un puñado de machistas acérrimos me lo quite sin luchar por ello. Por otra parte, está en mi pensamiento, y es mi deseo, aportar mi pequeño granito de arena por una sociedad más humanitaria y solidaria. 

He vivido de primera mano el sufrimiento del acoso despiadado que esta sociedad machista impone a las mujeres y mi pequeña contribución es dejarlo plasmado, haciéndolo público.
He vivido el acoso institucional del Sistema Sanitario Aragonés, el  Salud, que tiene licencia para matar con el apoyo y la protección del Clan Judicial; lo he denunciado y lo seguiré haciendo por el resto de mi vida. 

Vivimos en una sociedad machista con una falsa democracia, en realidad una autocracia gubernamental, donde mujeres y hombres con deseos de una sociedad igualitaria y solidaria tienen que ser aplastados para que sigan prevaleciendo sus valores. O me someto a las condiciones machistas, e inhumanas, que me impone el Salud, o me espera la miseria y la angustia del paro laboral. No hay elección. 

El Salud, un sistema sanitario que no está organizado para responder a las necesidades sociales y que lo último que le interesa es mantener la salud de las personas, trabajadores y pacientes. 
Un Salud cuyo único objetivo es el de generar beneficios para el poder político de turno y sus amiguetes. 
Un Salud donde cualquier miserable jefecillo machista, como el Capitán de Hierro, puede satisfacer sus más íntimos anhelos de poder y prepotencia, cual cacique tirano en su feudo. 
Un Salud donde impera una actividad alienante, el porque lo digo yo, el ordeno y mando de jefes y jefecillos que así mantienen activa su cuota de importancia. 
Un Salud donde el desarrollo del trabajo bien hecho está lleno de escollos: enchufismo, intrigas, favoritismo, mentiras y fullerías; de hecho, trampas y embustes sirven a los mejores trepas a llegar a lo alto del sistema y a mantenerse en él. 

En fin, un Salud que martiriza a los trabajadores que denuncian las malas praxis del sistema con el beneplácito del Clan Judicial. 
Unos jueces miserables que creen que las leyes  están para violarlas y que practican el “hecha la ley, hecha la trampa”. 
Unos jueces que conceden total impunidad a los políticos y a los jefes y jefecillos que conforman el Salud. Con ello, estos  jueces  mezquinos satisfacen su ansia de orgullo, poder y prepotencia. 

Por todo ello, no, señores, yo no abandono.