miércoles, 28 de marzo de 2012

La Huelga

Ahora quieren los sindicatos que hagamos huelga.

Ahora que los macacos ya tienen aprobada la ley de reforma laboral.

Ahora que en lo privado pueden echar fácilmente a la calle a cualquier trabajador sin ninguna explicación y sin indemnización, o con una indemnización miserable.

Ahora que en lo público abundan los contratos basura, de mes a mes y te pueden echar a la calle sin ningún miramiento.

Ahora que los macacos de los sindicatos, es decir los mandamases sindicalistas, que toman copas con los macacos políticos, saben que éstos no se echarán atrás pase lo que pase.

Ahora que los macacos han conseguido que el dinero público pase a manos privadas, que han agotado el bote, que el sistema público se cae en pedazos y que han de tener contentos a los empresarios que tengan pasta.

Ahora que muchos trabajadores estamos desencantados de los sindicatos, ya que nos hemos dado cuenta hace tiempo, que ninguno sirve para ayudarnos.

Y, ¿por qué quieren ahora los sindicatos que hagamos huelga? Pues simple y llanamente para mantener su mentira. Para intentar hacernos creer que hacen algo. Es decir, para hacer su trabajo, que consiste en engañarnos y manipularnos.
Sólo así se aseguran su continuidad y podrán seguir existiendo.

Y, además, en la empresa pública, cuantos más trabajadores hagan huelga, pues mejor para los macacos; a nosotros nos quitan un día de sueldo y ellos se ahorran muchos euros.

Yo, desde luego, no me apunto a la huelga.

lunes, 26 de marzo de 2012

Se descubrió el pastel

Ahora ya lo entiendo todo: entiendo por qué todo mi cuerpo ha tenido siempre la sensación de que estaba sufriendo un complot. Pues sencilla y llanamente, porque realmente lo estaba sufriendo: por arriba y por abajo. Por arriba, por los macacos y el jefe, y por debajo, por mis no-compañeros. Todos se han complotado y de esta manera me han querido y me quieren hacer pasar por paranoica y loca.

Evidentemente, alegaron en el momento oportuno, que todos ellos no podían ser malos y que por tanto la mala tenía que ser yo. Como dijo el jefe en una de las declaraciones del expediente disciplinario: la única manera de arreglar la situación era o que se fueran todos los especialistas y me quedara yo, o que me fuera yo y se quedaran el resto de especialistas. ¿Qué es más fácil?

Siempre he tenido la sensación de que el jefe tenía algún chanchullo con los macacos, sólo así se podía entender que no intentaran arreglar la situación y me amargaran la vida de tal manera que estuviese a punto de morirme. ¿Para qué arreglar algo que ellos sabían iba a desaparecer?

El punto en común, por arriba y por abajo, es que me quieren quitar de en medio. Quieren que, cansada y amargada, me marche y a ello dedican todos sus esfuerzos.

Por parte de los macacos: porque ya debían tener previsto desde hace mucho tiempo que el hospital se privatizaría, y piensan que cuantos más trabajadores con plaza en propiedad puedan echar a la calle, pues mejor para ellos. Y como no saben mejor modo de echar a la gente que hacer mobbing, pues a eso se aplican.

Por parte del jefe: por puro machismo. Prefiere hombres que le laman el trasero, que mujeres.

Por parte de mis no-compañeros: si el jefe lo manda, se apuntan a un bombardeo.

Ya habían conseguido echar a una analista, con la que se ensañaron y a la que le amargaron la vida hasta tal punto que ha acabado con la espalda destrozada y con la incapacidad definitiva.

Y a un técnico de laboratorio, que se atrevió a discutir con el jefe. Se marchó harto de todo, porque no pararon de amargarle la vida.

Y a una enfermera que podía hacer sombra al Cabo de Hierro, es decir a la Supervisora, con la que ésta había trabajado codo con codo. Con esta enfermera se ensañó especialmente el Cabo de Hierro: la machacó y la remató y la dejó tan machacada que la pobre enfermera, angustiada y desesperada, renunció a su plaza de un día para otro.

Y a un analista, que se había incorporado al hospital proveniente del laboratorio de un ambulatorio que cerraron, y que podía hacer sombra al Capitán de Hierro; éste tenía miedo que le quitara el puesto de jefe. Se marchó cansado de luchar por su puesto de trabajo.

Y a una auxiliar que no le gustaba al Capitán de Hierro, por ser muy mayor. La Supervisora, para tener contento al Jefe, se dedicó a margarle la vida, todo lo que pudo, hasta que se jubiló.

Como podéis ver, son unos maestros del vil arte del mobbing.

domingo, 18 de marzo de 2012

La eliminación del Hospital

Hace poco vino al hospital el Consejero de Sanidad, para informarnos de cómo está la situación. Y ¿de qué podía hablar? … Pues, naturalmente: de recortes presupuestarios.

Pero lo interesante no es lo que dijo el Consejero, ya que como siempre pasa entre los macacos los de arriba sólo saben que hay que recortar y los de abajo son los que cortan el bacalao; lo interesante es lo que dijo el macaco Gerente, que cubre la Gerencia de dos hospitales, el hospital en el que trabajo yo, y otro, considerado más importante. El Gerente dijo que se iba a cerrar el laboratorio y que se centralizarían los análisis en el otro hospital, el cual es más importante para ellos.

Pero más interesante es otra cosa que dijo: que no entendía por qué se había hecho este hospital. Y más interesante aún lo que insinuó: que no era necesario.

Es decir, se van a cargar el hospital.

Pues mire usted, señor super-macaco Gerente de dos hospitales, si se hizo este hospital es porque los macacos de hace unos cuantos años consideraron que era necesario para la población que cubre. Y los primeros trabajadores lo sacamos adelante con nuestro esfuerzo y entusiasmo. Otra cosa es que los macacos posteriores lo vieran como una oportunidad para chupar del bote y jugar con la salud de la gente.

Y ahora como ya no hay bote del que chupar, pues vienen los macacos y se cargan el hospital. Y a la gente, ¡que la zurzan!

Y además, si no se hubiera construido este hospital, ¿con qué jugarían ahora, ustedes los macacos, a los recortes?

domingo, 4 de marzo de 2012

La caradura de los Sindicatos

Yo tengo claro y me parece que ya lo he dicho varias veces, por activa y por pasiva, que no nos podemos fiar de los sindicatos: de ninguno.

Lo malo de esto es que, tal como están las cosas, necesitamos, casi todos los trabajadores, alguien que nos ayude. Cualquiera que tenga problemas en el trabajo, lo primero que se le ocurre es acudir a un sindicato; es lo normal, pues para algo es una organización de trabajadores. Los sindicatos se fundaron para ayudar a los que trabajamos, cosa que han olvidado los mandamases de las organizaciones sindicales. Antes trabajaban a favor nuestro, pero eso era hace ya mucho tiempo, ahora todos se han prostituido por dinero y poder.

Hasta ahora yo siempre había confiado en los delegados de base; me parecía que, como trabajadores del mismo lugar, tenían más empatía por nuestros problemas. Pues resulta que hasta en eso me equivocaba: no se puede confiar en cualquier delegado. Algunos te pueden clavar una buena puñalada trapera.

Para muestra, un botón:

Hace unos pocos días vino el delegado del CSI-F del hospital al laboratorio, por un asunto personal, y cuando lo vio, la Supervisora del Laboratorio se asustó mucho y le preguntó, con cara de preocupación, que qué pasaba, que si había ocurrido algo relacionado con el laboratorio.

A lo cual, el delegado la tranquilizó, le dijo que venía por un asunto personal y que, según palabras textuales suyas, “tú ya sabes que si pasara algo, enseguida vendría a decírtelo”.

¡No me lo podía creer!, ¡será caradura!: ¿Cómo podía aquel trabajador sindical decirle eso, tan descaradamente, en medio del laboratorio, donde todos pudimos oírlo? ¿Cómo podía tener tanta barra? O sea, que si cualquier trabajador del laboratorio va a decirle que tiene un problema, él lo primero que hace es comunicárselo a la Supervisora, que es precisamente la que más mangonea, más injusticias hace y la persona más interesada, manipuladora, chanchullera y mentirosa de este mundo

¡Pues sí que estamos bien! ¡Así no hay manera de arreglar nada!

Yo os diré por qué no le preocupa, al delegado, que descubramos cómo es: por prepotencia, por chulería, porque sabe que no pasa nada y porque sabe que el sindicato premia a los deshonestos y chanchulleros, que son los que ascienden a las alcurnias.

Lo dicho: ¡Cuidad mucho a quien le contáis vuestros problemas!