martes, 9 de febrero de 2016

La danza de los miserables



Vaya aquí y por delante para conocimiento de todos los mis lectores, amigos y enemigos, que mi vida laboral en el hospital se ha acabado. Y sé que lo digo para solaz de mis enemigos, pero es la dura realidad y aquí queda plasmado eso.

Alguien dijo que la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Pues el sueño de mi vida lleva camino de acabar mal, como acaban la mayoría de los sueños en el infierno de la vida real. 
Como dijo el dramaturgo español Jardiel Poncela: “En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría se roncan”. Y yo he roncado un bonito sueño que parece que no se hará realidad.

¡Han vencido los malos! ¡Me han robado mi plaza de trabajo! ¡Miserables ladrones! 

Una plaza que había ganado con el sudor de mi frente me ha sido robada a mano armada y con todas las de la ley. Una ley corrupta, propiciada y mantenida por perversos macacos. 
Así mis dos expedientes han ido danzando de miserable en miserable. Empezando por el macaco Director Molino, los macacos Gerentes Sin Salida y Elangelito, toda una corte de intermediarios y, para finalizar, los jueces correspondientes, que han sido nueve por el momento, que no es moco de pavo. 
Ni un juez honesto. Todos han danzado al son de los macacos, la mayor mafia mundial. 
Así nos va el país, pues como está escrito en el Talmud: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”. 
Era de esperar que mi caso acabara de este modo, pues ya lo dijo Adolphe Thiers (político e historiador francés): “La injusticia es una madre jamás estéril: siempre produce hijos dignos de ella”. 
Parece mentira que un lugar tan chiquito como es el hospital que nos ocupa (un comarcal), pueda albergar tan gran cantidad de criminales; todos concentrados en el pequeño laboratorio de Bioquímica y en los despachos de Dirección.

¿Porque, qué es aquel que roba el salario de su semejante? Sencillamente un ladrón, un delincuente.
Y, ¿qué es aquel que roba a mano armada, aunque sea de guante blanco? Sencillamente, un criminal.
Y, ¿qué es aquel que usa un arma con intención de matar, aunque haya sido un asesinato frustrado? Ciertamente, un criminal.
Y, ¿qué son aquellos que permiten y apoyan el robo y el asesinato? Según Leonardo da Vinci: “El que no castiga el mal, manda que se haga”. Pues eso, más de lo mismo: unos criminales.
Eso son el Capitán, mis pseudo-compañeros y todos los macacos y jueces que les han apoyado.
¡Hatajo de criminales! 

Dijo Darwin que el mundo es de los depredadores, y parece ser que así es. El mundo es de los malos, de los que machacan a sus semejantes, de los que dan patadas con botas de acero, de los que empujan con escudos metálicos y pegan con porras de goma, de los que sacan los ojos a los que se manifiestan y de los que tiran bombas a matar. 
El mundo es de los que se abren paso a codazos, de los psicópatas, de los maquiavélicos, de los ruines, mezquinos, usureros, sátrapas, tiranos y miserables en general.
En fin, el mundo es de los macacos y de los políticamente correctos que se alían con ellos. 
Es decir, ¡el mundo es de los criminales! Este es el mundo que el hombre ha creado. 

Y, ¿qué quiere cualquier criminal en este mundo? Pues poder seguir perpetrando sus crímenes sin que nadie se entere.
Y esto es lo que intentan los criminales del hospital: “SILENCIARME”. 

Pero ningún criminal del mundo ha podido impedir nunca que al final la verdad salga a la luz. 
Porque como dijo S. Agustín: “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”. 

Y mi historia continúa.