Vaya aquí y por delante
para conocimiento de todos los mis lectores, amigos y enemigos, que mi vida
laboral en el hospital se ha acabado. Y sé que lo digo para solaz de mis
enemigos, pero es la dura realidad y aquí queda plasmado eso.
Alguien dijo que la vida
es sueño, y los sueños, sueños son. Pues el sueño de mi vida lleva camino de
acabar mal, como acaban la mayoría de los sueños en el infierno de la vida
real.
Como dijo el dramaturgo
español Jardiel Poncela: “En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la
gran mayoría se roncan”. Y yo he roncado un bonito sueño que parece que no se
hará realidad.
¡Han vencido los malos! ¡Me han robado mi plaza de
trabajo! ¡Miserables ladrones!
Una plaza que había
ganado con el sudor de mi frente me ha sido robada a mano armada y con todas las
de la ley. Una ley corrupta, propiciada
y mantenida por perversos macacos.
Así mis dos expedientes
han ido danzando de miserable en miserable. Empezando por el macaco Director
Molino, los macacos Gerentes Sin Salida y Elangelito, toda una corte de
intermediarios y, para finalizar, los jueces correspondientes, que han sido nueve
por el momento, que no es moco de pavo.
Ni un juez honesto. Todos han danzado al son de los macacos, la mayor mafia mundial.
Así nos va el país, pues
como está escrito en el Talmud: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen
ser juzgados”.
Era de esperar que mi
caso acabara de este modo, pues ya lo dijo Adolphe Thiers (político e
historiador francés): “La injusticia es una madre jamás estéril: siempre
produce hijos dignos de ella”.
Parece mentira que un
lugar tan chiquito como es el hospital que nos ocupa (un comarcal), pueda
albergar tan gran cantidad de criminales; todos concentrados en el pequeño
laboratorio de Bioquímica y en los despachos de Dirección.
¿Porque, qué es aquel que roba el salario de su
semejante? Sencillamente un ladrón,
un delincuente.
Y, ¿qué es aquel que roba a mano armada, aunque
sea de guante blanco? Sencillamente, un
criminal.
Y, ¿qué es aquel que usa un arma con intención de matar, aunque haya sido un asesinato frustrado?
Ciertamente, un criminal.
Y, ¿qué son aquellos que permiten y apoyan el robo y el
asesinato? Según Leonardo da Vinci: “El que no castiga el mal, manda que se
haga”. Pues eso, más de lo mismo: unos
criminales.
Eso son el Capitán, mis
pseudo-compañeros y todos los macacos y jueces que les han apoyado.
¡Hatajo de criminales!
Dijo Darwin que el mundo
es de los depredadores, y parece ser que así es. El mundo es de los malos, de
los que machacan a sus semejantes, de los que dan patadas con botas de acero,
de los que empujan con escudos metálicos y pegan con porras de goma, de los que
sacan los ojos a los que se manifiestan y de los que tiran bombas a matar.
El mundo es de los que se
abren paso a codazos, de los psicópatas, de los maquiavélicos, de los ruines,
mezquinos, usureros, sátrapas, tiranos y miserables en general.
En fin, el mundo es de
los macacos y de los políticamente correctos que se alían con ellos.
Es decir, ¡el mundo es de los criminales! Este es
el mundo que el hombre ha creado.
Y, ¿qué quiere cualquier
criminal en este mundo? Pues poder seguir perpetrando sus crímenes sin que
nadie se entere.
Y esto es lo que intentan
los criminales del hospital: “SILENCIARME”.
Pero ningún criminal del mundo ha podido impedir
nunca que al final la verdad salga a la luz.
Porque como dijo S. Agustín:
“Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”.
Y mi
historia continúa.