miércoles, 2 de octubre de 2013

Pasmoso sentido del orgullo


“Siempre habla quien más tiene que callar” dice el adagio popular, y ¡qué razón tiene!

Mientras a mí me han acusado de llegar tarde a trabajar y de que muchos días ni tan siquiera llegara, los 4 Mosqueteros están henchidos del orgullo de poder hacer lo que les plazca con el beneplácito del inútil macaco Director.

Los 4 Mosqueteros son el Jefe del laboratorio y sus tres acólitos, que ya andan torcidos de tanto irle detrás y besarle el trasero.

Mientras que yo siempre he cumplido con todo el papeleo y he sido vigilada para que no me pasara ni un pelo, ellos presumen de tener licencia para faltar al trabajo sin ningún tipo de justificante y de llegar al trabajo a la hora que les da la real gana.

De todos los que trabajamos en el laboratorio, el Jefe, la Sargento y el Contratado son los que diariamente, y como norma general, más tarde llegan a trabajar.

Mientras que el Jefe intenta ser discreto, pasar desapercibido, que no se noten sus ausencias y que nadie perciba sus continuas entradas y salidas diarias, los otros dos tienen el pecho bien henchido de orgullo de poder llegar a la hora que ellos quieren.

Hace unos días la Sargento y el Contratado protagonizaron un pasmoso y orgulloso acto de sinceridad, que fue un momento realmente cómico.

En cuanto llegaron los dos al despacho de los Analistas dejaron sus bolsas allí y salieron al laboratorio donde el personal técnico ya estaba trabajando.

Primero fue la Sargento, que en un lado del laboratorio y con su portentoso vozarrón anunció para que se enteraran todos: “Hoy yo he llegado a las nueve menos diez”.

Se fue la Sargento y ocupó ese lugar el Contratado que imitándola dijo: “Hoy yo he llegado a las nueve menos veinte”.

Realmente debían estar los dos muy contentos de haber conseguido esa proeza, pues hasta hace sólo unos meses los dos llegaban siempre a las nueve.

Hubo una técnico que los miraba alucinada, pues ella llega siempre antes de las ocho.
¡La pobre no entendió de qué iba el teatrillo! ¡Y los demás tampoco!

domingo, 16 de junio de 2013

Las Normas ISO

El problema de las Normas ISO es que son mucho número y poca sensibilidad. El Sistema de la Calidad montado por los macacos, las Normas ISO, esta hecho por y para una fábrica de chorizos. Como lo que son ellos: unos chorizos. Tanto los protocolos hospitalarios como el sistema de la calidad están montados por ellos y todos con el mismo fin.

El único fin es tener estrechamente controlados a los trabajadores para que no tengan ni puedan pensar por ellos mismos. Es decir, que han montado un buen sistema policial.

Es muy peligroso que los trabajadores piensen por ellos mismos, pues así se descubriría pronto lo que ellos son: unos chorizos. Así que se dedican y ponen todo su empeño a perseguir al que se rebela contra su nefasta actuación.
Porque el problema de los macacos es que ponen normas que tienen que cumplir todos, por lo tanto ellos también. Y luego van y no las cumplen. Los macacos y los maquiavelos son los primeros que se saltan sus propias normas.

Como todos los chorizos, son unos insensible y por tanto les importan un comino los trabajadores y los pacientes. Son egoístas y miserables y sólo les preocupa su propio choriceo. ¡Cuánto más chorizan más importantes se sienten!
Y el que no encaje en su sistema, pues ¡FUERA!, ¡ADIÓS!, ¡Bye, bye!: ¡EXPEDIENTE DISCIPLINARIO!

El problema es que macacos y maquiavelos no deberían estar al frente de un Sistema Sanitario, un sistema que se tenía que haber hecho para recuperar la salud de la gente. Con el sistema actual lo único que se consigue es poner enfermos a los trabajadores y cronificar a los pacientes. ¡Todos Malos!

Unas normas sanas y saludables tendrían que ser sensibles, tener en cuenta que trabajamos al servicio de gente enferma, de gente muy vulnerable,  y que como trabajamos en un sistema muy vulnerable, los trabajadores también lo somos. Tendrían que promover que se trabajara en equipo y que se evitaran los egoísmos personales y colectivos. 

Las normas actuales son propias de un sistema policial y tirano, y por ello no pueden funcionar. Hacen catacrac continuamente.

Y después nos toca a todos lo que en realidad les tocaría, de su propio bolsillo, a los macacos: ¡Pagar más de 50 MIL EUROS por un desastre!

domingo, 5 de mayo de 2013

¡Gran Tragicomedia!


Una tragicomedia constante, eso es lo que es el lugar donde trabajo. Digna de ser llevada al cine o al teatro.

Ya he dicho en repetidas ocasiones que el Sistema de la Calidad es una gran mentira. Nos quieren hacer creer que algo funciona de maravilla, cuando la realidad es que es un desastre monumental. Pero poderoso caballero es Don Dinero, y los macacos pagan muy bien para hacer callar la boca.

Nunca habían ido las cosas tan mal como desde que se empezó a montar el rollo de la Calidad. Antes trabajábamos, más o menos, en equipo; una más, o sea yo, y otros menos, o sea el resto. Pero las cosas iban funcionando sin grandes desastres.

Pero el Capitán de Hierro decidió que teníamos que entrar en la Certificación de la Calidad y se montó la gorda.

Las cosas empezaron a ir muy mal. Aprovecharon el rollo de la Certificación para establecer una tiranía en el laboratorio. Empezaron a amargarme la vida a mí y al personal que trabajaba conmigo. Consiguieron eliminar a todos los técnicos que habían trabajado a mi lado, que eran contratados, y se quedaron con todos los que les besaban el trasero y algunos que se les escapó.

Posteriormente hicieron nuevas adquisiciones, pero sobre todo adquirieron a una inútil que sabe besar el trasero muy bien. Dedicaron a esta inútil a amargarme los días de guardia. Se inventaba cosas y las escribía en el libro de incidencias, y al día siguiente de una guardia mía rápidamente pasaba el parte a la Cabo de Hierro. ¿Desde cuándo se ha visto que a una técnico le den derecho a valorar el trabajo de un médico?

Todo esto acabó un día en un error garrafal gordísimo de todo el hospital.

Por un error de laboratorio de esta joya de técnico acabó una familia acusada de algo muy feo. El error disparó los protocolos de protección del hospital y el caso acabó en los juzgados por un daño moral a la familia.

Y la macaca No-eh-no tuvo que pagar más de 50 mil euros. Pero claro a ella eso no le importa nada. ¡Total, lo pagamos todos nosotros! ¡Qué más les da a los macacos!

El asunto salió publicado en los periódicos. Suerte que yo estaba de baja, si no seguro que me echan la culpa a mí de todo.

¡Qué fácil es pagar con el dinero de los demás! ¡Así nos van las arcas públicas!

La Inoperancia de Salud Laboral



A Salud Laboral fui porque me insistió mucho mi médico de cabecera. Este es un servicio que depende directamente de los macacos, directamente del Servicio de Salud.

Yo realmente no quería ir. Estaba más que harta de explicar y explicar mi caso. La verdad es que se pasa muy mal, recordándolo una y otra vez. Se sufre muchísimo, porque es pasar por la mente una y otra vez la misma película y el mismo dolor.
No quería ir, pero fui. Mi médico me lo ofreció varias veces y al final acepté, porque tenía la sensación de que si no iba no se quedaría tranquilo; como si no tuviera un respaldo para mantenerme la baja hasta que me curara.

Total, pensé: soy una mujer enferma, física y psíquicamente, por un problema de machismo maquiavélico en el trabajo, supongo que mal no me irá. Era de suponer que mal no me iría, ¿no?; que no me iba a perjudicar ¿no? Pues no me fue mal no, me fue de lo peor.

Se suponía que me tendría que haber ayudado, dado algún soporte aunque sólo fuera mental y empático, ya que la médico era una mujer. Pero no, se negó en rotundo a ayudarme. Desde el primer momento me escuchó con una sonrisa torcida. Fui varias veces y la sonrisa torcida no le desapareció nunca y encima en cada nueva visita aumentaba la expresión de desprecio en su cara. Acababa yo, al salir de la consulta, con el ánimo por los suelos.

Tenía muy mala cara, se la veía muy amargada; es como si me dijera: yo soy mujer y lo paso mal, ¿por qué no ibas a pasarlo tú?

El colmo de todo fue cuando le pedí un informe para el juzgado. Se negó en rotundo a hacérmelo e incluso me dijo que si me lo hacía no me serviría para nada. Como es lógico, me cansé de soportar su desprecio y dejé de ir.

Ya sabéis: ¡Machistas al poder por siempre! ¡Muchas mujeres os ayudan!

jueves, 21 de febrero de 2013

Este mundo es una mierda


Esto es lo que yo siento ahora mismo y desde hace mucho tiempo. Claro que a esto contribuye que estoy deprimida y lo veo todo negro. 
Llevo desde el pasado mes de septiembre empalmando enfermedades muy dolorosas, una detrás de otra. La última ha sido una gran infección en la barbilla que me ha dejado la cara hecha un asco durante dos meses. Llevo mucho tiempo quemada y arrastrando la depresión.

Siento que mi pequeño mundo del trabajo es un asco, pero es un reflejo a pequeña escala de lo que es la Sanidad. La Sanidad está dominada por macacos y maquiavelos que han conseguido convertirla en lo que es actualmente: una mierda.

El macaco Director de mi hospital es un inútil cuyo único objetivo en su trabajo es no saber nada de nada y no hacer nada de nada para que no puedan implicarlo en nada de nada.

El maquiavélico Jefe del laboratorio sólo tiene un pensamiento: que el laboratorio que él dirige es suyo, porque lo ha montado él, y que hará todo lo posible para que siga siendo suyo, caiga quien caiga, ya que el fin justifica los medios.

Siguiendo en su línea de actuación, al Jefe no le interesaba que yo volviera a trabajar, pues, actuando correctamente, tendrían que despedir al contratado que mantenía con la idea de echarme a mí. De aquí el intento de engañarme el primer día de mi reincorporación a mi trabajo.

Pero en Sanidad hay un recurso para mantener al contratado que interesa a los macacos y que no es necesario para nada: se llama “acúmulo de tareas”.
Así que para satisfacción del Jefe, encontraron una manera de que siguiera trabajando en el laboratorio, y tres días después de mi incorporación recibí una nota del Jefe diciéndome, con toda la chulería del mundo, que ya me podía incorporar a mi puesto de trabajo en su servicio.
¿Pero quien se ha creído que es? ¿Acaso se cree el Jefe que tiene más autoridad que un juez y que necesito su permiso para reincorporarme en mi puesto de trabajo? ¡Menuda chulería!

¡Qué deprimente que es todo!