jueves, 22 de octubre de 2015

La SENTENCIA del juez Blanco

La sentencia del juez sobre mi primer expediente no tiene desperdicio. Es una sentencia farragosa y totalmente tendenciosa desde la primera a la última página.
Para el juez Blanco sólo cuenta lo que los macacos peperiles le dicen: por escrito y hablado, por delante y por detrás. Al fin y al cabo, son sus jefes y son los que mandan. Y si los macacos le han dicho que me tiene que echar del trabajo, él con afán a eso se dedica.

Para empezar, mi primer expediente tiene casi 600 folios, con muchos repetidos varias veces para hacer bulto y hacer difícil, sino imposible, su lectura.

¿Quién tiene ganas de leer tantos folios? Y menos cuando están tan liados.

Así que el juez fue directo al grano, a los folios que a los macacos les interesaba, y el resto ni se lo miró.

En un principio los macacos sólo aportaron al juez 100 folios de todo mi expediente y el juez les pidió que le entregaran el resto.

Dice el juez en la Sentencia: “…Admitida la solicitud, se citó a las partes para la celebración del juicio oral…solicitando a la Administración demandada la remisión del correspondiente expediente administrativo.

Una vez recibido el expediente solicitado, se dio traslado a la parte recurrente a fin de que pudiera instruirse para hacer alegaciones en el acto del juicio.
Celebrándose con fecha X, juicio oral, conforme puede verse en los autos y, quedando los mismos vistos para sentencia.

Que en la tramitación del procedimiento se han observado las prescripciones legales..”

Pues sí, su Ilustrísima, leída la Sentencia, en un principio parece que sí que todo es legal y correcto. Pero como todo es tan farragoso y liado, me dio a mí por mirar y repasarla varias veces hasta que me di cuenta de que hay algo que no cuadra.

Pues bien, el juez pidió el expediente completo muy pocos días antes de celebrar el juicio oral y se lo pasó a mi abogado para que hiciera las alegaciones correspondientes en el juicio oral. Hasta aquí todo correcto.

Pero resulta que la Sentencia está firmada el día X+1, eso es el día siguiente de la celebración del juicio oral.

¿Quiere decir esto que su Ilustrísima Señoría es un Superhombre? ¿Tiene la capacidad mental de mirarse casi 600 folios en una tarde?

¡Qué difícil lo veo! ¡Yo no me lo creo! ¡Su Señoría dictó Sentencia sin mirarse mis documentos y a conveniencia de los macacos peperiles!

¡Su Señoría tiene una grandísima jeta, eso sí, una jeta muy Ilustrísima!

jueves, 8 de octubre de 2015

El talante del juez Blanco


Escribe el juez en el auto en el que me concede la medida cautelar: “El art. 130 de la LJCA establece como principio rector a la hora de determinar o establecer las medidas cautelares el que la no suspensión pudiera hacer perder su finalidad legítima al recurso, siendo obligado a ponderar los intereses en conflicto y tener en cuenta, según el párrafo segundo de dicho precepto, como dato contrario a dicha suspensión el que pudiera causar graves prejuicios al interés público o de terceros”.

Es decir, parece obvio, que la única razón para que me levantara la medida cautelar tendría que ser que yo pudiera causar graves prejuicios al interés público o de otras personas.

Y por tanto, dice el juez en su auto de levantamiento que pidió aclaración sobre cuales eran los motivos para solicitar la modificación.

Y el diabólico Elangelito, raudo y veloz, transmitió a través de la Instructora de mi segundo expediente los motivos que él había preparado para tan ansiada ocasión.

Y sigue diciendo el juez: “La administración ha explicado que siguen los mismos problemas que había anteriormente entre la recurrente sancionada y sus compañeros de trabajo, lo que ha dado lugar a la incoación de un nuevo procedimiento sancionador, considerándose que amenaza a los compañeros, hasta el punto de que se ha acordado la separación del espacio físico, así como que su rendimiento ha empeorado, habiéndose incoado el nuevo procedimiento por una falta grave de desconsideración y una muy grave de notorio incumplimiento de sus funciones”.

¡Ahí está el quid de la cuestión! ¡Por eso mis maquiavélicos no-compañeros y el satánico Gerente han hecho toda una puesta en escena para hacerme pasar por agresiva, violenta y, en general, por loca!

Y como su Ilustrísima está tocada por el dedo peperil, ha otorgado a los macacos la presunción de veracidad, sin sentir ninguna necesidad de comprobar nada.

¡Los ha creído a pies juntillas!

Cuando presenté mi primer expediente a uno de los abogados, uno de los varios que se han encargado de defenderme, me dijo algo muy interesante que parece ser una regla de oro en los actos judiciales: “Un juez, cuando seis personas (como es mi caso) dan una versión idéntica (aunque sea sospechosamente “perfectamente idéntica”) de los hechos y sólo una persona dice lo contrario, tiende a creer a los seis, aunque mientan”.

Es decir, que como en mi caso seis personas dicen que yo soy desconsiderada, agresiva, violenta, estoy loca y no quiero trabajar, pues va el juez y se lo cree, y sin comprobar nada de nada.

Y así fue, su Ilustrísima se creyó todo lo que los macacos le transmitieron y así lo repitió, como un disco rayado, en la Sentencia y en el auto posterior.

Pues a mí, un juez que actúa según este cliché no me parece normal, me parece un juez realmente funesto.
Pues a mí, que un juez, que debería actuar con imparcialidad y objetividad, dé por bueno todo lo que digan los macacos, cuando todo lo que dicen son opiniones, nimiedades, tonterías y estupideces, me parece un gran abuso de autoridad.

Además, su Ilustrísima Señoría es un juez tendencioso y muy dado a plasmar sus opiniones en sus autos.
En una de sus sentencias, para dirimir un caso de discriminación hacia las mujeres escribió: “La propia Ley de Igualdad está saturada de medidas no igualitarias y favorecedoras de la mujer que pretenden combatir una desigualdad previa con acciones de discriminación positiva”.

¡Será machista su Ilustrísima Señoría!

Seguro que piensa que todas las mujeres somos alborotadoras por naturaleza, que todo lo que a mí me ha sucedido es producto de mi imaginación y que he sido yo la que he montado el gran lío en el laboratorio.

¡Aquí está todo! ¡Un juez machista y tocado por el amiguismo peperil!

¡Su Ilustrísima no podía ser imparcial y justo conmigo!

¡Tendrá jeta su Señoría por muy Ilustrísima que sea!

jueves, 1 de octubre de 2015

Palabra de juez Blanco



Y… Sigue diciendo el juez Blanco en su deleznable auto sobre el levantamiento de la medida cautelar, según palabras textuales: “… Del mismo modo, se le supone un prejuicio económico (…) es cierto, pero eso en un momento u otro, si se confirma la sentencia, se producirá y tampoco se ha acreditado que no esté dada de alta en el RETA, al no haberse aportado certificado negativo…”.

¿Será posible? ¡Su Ilustrísima Señoría pasa de todos mis documentos! ¡Ni siquiera se ha mirado el certificado de Hacienda que yo aporté!

El satánico Elangelito, para asegurarse de que el juez me quitara la medida cautelar, le dijo que yo, aparte de trabajar en el hospital, tenía privada. Eso fue porque, cuando el juez me concedió la medida, señaló que me la daba porque mi trabajo público era mi única fuente de ingresos.

¡Gran mentira, que yo tenga privada!, cosa que demostré aportando el certificado de Hacienda y además una nómina. Los complementos de la nómina demuestran que trabajo en exclusiva para el hospital y que el diabólico Gerente lo sabe y mintió deliberadamente.

Pero como su Señoría está tocada con el dedo peperil, según su costumbre habitual respecto a todo lo que yo aporto: ¡Ha pasado de mis documentos!

Y… Sigue diciendo el juez: “…aparte de que podría trabajar en el sector privado a partir de ahora…”

¡Claro que podría! ¡Y también podría hacer la calle! ¡No te fastidia!

Pero resulta que no he estudiado ni para lo uno, ni para lo otro. Yo estudié y aprobé unas oposiciones, y con muy buena nota, para trabajar en la sanidad pública.

Y… Sigue diciendo el juez: “…Finalmente, en cuanto a que una hipotética sentencia estimatoria podría dar lugar a un perjuicio económico de la administración, si tuviese que indemnizarle por el tiempo de suspensión, es cierto, pero no sólo es la propia administración la que lo pide, lo cual hace pensar que ha valorado tal riesgo y posible perjuicio…”

¡Para morirse de risa!, si no fuera que a mí me hace llorar.

¿Desde cuándo la administración se preocupa del perjuicio económico que provocan sus actuaciones? ¿Desde cuándo a la administración le preocupa derrochar el erario público?

¡Su Ilustrísima Señoría cree que la gente es tonta! ¡Con la que está cayendo!

El echarme a la calle supone que durante seis meses pagarán a un sustituto por hacer mi trabajo y después me pagarán, y me indemnizarán a mí, por todo el tiempo no trabajado.

¡Casi nada! ¿Pero qué le importa eso al perverso Elangelito? Él, con satisfacer sus caprichos, ya está contento.
Y… Sigue diciendo el juez: “…sino que en el contrapeso  de tal perjuicio hay que ubicar las posibles indemnizaciones que por responsabilidad patrimonial se derivarían si un error en el diagnóstico, una tardanza indebida o un error o confusión por falta de comunicación en el equipo (imagínese un cambio de análisis, por ejemplo) causasen un perjuicio a los pacientes…”

¡Para morirse de risa!, si no fuera que a mí me hace llorar.
El juez repite, como un disco rayado, todo lo que los macacos le dicen y sin comprobar una sola cosa.

Pues sí, su señoría, en eso tiene usted razón, cuando un equipo no funciona bien pueden haber errores de diagnóstico, y de hecho ya los ha habido en este hospital, y uno muy gordo. Tan gordo, tan gordo, que le costó a la administración 60000 euros.
Pero da la casualidad que ese error de diagnóstico no lo pude cometer yo, porque en ese momento yo estaba de baja laboral.
Y el responsable del equipo, y de ese error, es precisamente el Capitán del ejército de hierro.

Pero claro, al juez eso no le interesa saberlo. 

¡Cómo se le nota a su Ilustrísima Señoría el amiguismo macaquil!