Me refiero a los macacos:
a todos, a los que hacen, por encontrarse en el poder, y a los que dejan hacer,
escudándose en el sistema político establecido por ellos. Y los mandamases de
los sindicatos, otra pandilla de sinvergüenzas, que dejan hacer y viven de las
migajas que les dejan caer los macacos.
Ahora ha salido a la luz
que los laboratorios de los hospitales de Aragón se van a privatizar. Perdón,
se van a público-privatizar. Los macacos han inventado un término que no
existía hasta ahora: público-privado.
Al final se ha publicado
lo que yo ya había pronosticado en este blog, que el laboratorio donde yo
trabajaba iba a desaparecer. Y digo trabajaba, porque ya hace unos meses que me
han echado a la calle: sin empleo, ni sueldo y sin derecho al paro; yo que
llevo más de veintisiete años trabajando y cotizando para los macacos.
Lo que no se ha dicho
todavía es que el hospital entero desaparecerá y se convertirá en un nuevo
centro público-privado. Tiempo al tiempo, todo llegará.
Pero, ¿qué es ese nuevo
concepto de empresa público-privada que se han inventado los macacos? Yo lo
explicaré aquí, por si alguien no lo tiene claro.
Un empresa público
privada es una asociación entre macacos privados, que se llevan los beneficios,
y macacos públicos (están en el gobierno), que aportan el dinero para los
gastos, y evidentemente ese dinero sale de las arcas que llenamos los humildes
trabajadores. O sea, lo repito para que quede bien claro: la gestión la lleva
la parte privada, que pasa cuentas a la parte pública, que tiene que pagar por
la gestión y tiene que cubrir el mantenimiento de la empresa. Es decir, el
gasto para las arcas públicas que llenamos los trabajadores y las ganancias
para los macacos y asociados.
Y al paso que vamos, con
los actuales macacos, sólo quedarán cuatro gatos para pagarlo todo.
La implantación del
sistema es la siguiente:
Para empezar, construyen
un centro nuevo o reforman un centro ya existente, adaptándolo a las
necesidades del nuevo servicio. En cualquier caso, supone gasto para la parte
pública, o sea, dinero del humilde trabajador.
Cuando ya está listo el
nuevo centro, echan a la calle a todos los contratados e interinos y se quedan
los fijos.
Estos fijos pueden
pensar: ¡Qué bien, yo sigo! Pero si de verdad les gusta su profesión, pronto
dejarán de estar contentos. A los macacos no les interesa la gente con
experiencia, que lleva muchos años trabajando para los hospitales públicos. Así
que pronto empezarán a relegarlos a un segundo plano, a ningunearlos y acabarán
aparcados en algún lugar recóndito del centro, sin tener gran cosa que hacer.
Es un sistema empleado por los macacos para que la gente que no les interesa
acabe asqueada y se largue por su propio pie.
En cuanto al personal que
emplean en un centro público-privado siempre es escogido a dedo y ha de ser
gente joven y con poca experiencia. No tiene sentido hacer oposiciones porque
el personal nuevo de estos centros siempre pertenece a la parte privada.
Así que olvidaos de
seguir trabajando en uno de estos centros vosotros, actuales interinos y
contratados, gente con una cierta edad y mucha experiencia. Para vosotros no
hay posibilidad de contrato.
El hospital del que me
han echado desaparecerá y pasará a ser un centro sanitario con servicios eficientes
para los macacos; es decir, servicios por los que el socio público tiene que
pagar dinero al socio privado.
¿Y cómo puede ganar
dinero el socio privado de un centro sanitario de este tipo? Pues muy fácil:
todos los gastos de instalaciones, de maquinaria, de personal y de mantenimiento
corren a cargo de la parte pública que además ha de pagar a la parte privada
por la gestión de los servicios prestados a la sanidad pública. El socio
privado sólo tiene beneficios. ¡Negocio redondo!
En eso se ha convertido el Centro de
Especialidades donde yo trabajé durante muchos años en el laboratorio y que
suprimieron hace ocho años, momento en que comenzó mi mobbing. Y ese centro
público-privado lo construyó y puso en marcha la macaca No-eh-no y su equipo.
Los actuales macacos no
hacen más que continuar la privatización que comenzaron los macacos
socialistas.
Lo dicho: ¡Pandilla de
sinvergüenzas!