Los macacos ladrones
andan sueltos en el Salud. Bueno, a decir verdad no sólo en el Salud; están por
todas partes, pero yo me ceñiré al Salud, que es lo que mejor conozco.
Como ya os he contado, el
Capitán de Hierro es un gran delincuente de guante blanco, que siempre ha
actuado ayudado por otros grandes delincuentes, como son el macaco Molino y el
macaco Elangelito, con total impunidad judicial. Los tres son grandes
prevaricadores y ladrones de plazas, provocando mobbing y desgraciando la vida de los trabajadores del Salud. Y no
sólo la mía, sino la de más gente.
Como malhechores que son,
los pacientes y los trabajadores les importan muy poco y su único interés radica
en adquirir poder y dinero; que para eso trabajan, al fin y al cabo. El fin
justifica los medios y ellos han de satisfacer su ego.
Y como nadie les para los
pies, ya que los jueces son igual de miserables, así seguirán hasta que se
jubilen.
Lo cierto es que los
macacos siempre han colocado en las Jefaturas a los tipejos más trepas y
sinvergüenzas, pero desde la Consejera No-eh-no han tenido más vía libre para
practicar sus fechorías. El Salud siempre ha sido un lugar de chanchulleo y mangoneo, y últimamente
más.
Al Capitán de Hierro lo colocaron
de Jefe, a dedo por supuesto, hace ya algo más de dos décadas y después de un
par de años trabajando como facultativo interino. Bueno, eso de trabajar es un
decir, porque pronto se rebeló contra su Jefe y se negó a hacer cosa alguna,
durante una buena temporada. Ya entonces demostró ser un buen trepa y le amargó
la vida, todo lo que pudo y más, con la perversa intención de que se fuera lo
más rápido posible y así poder él ascender a Jefe. Porque lo que más le gusta
al Capitán es no dar un palo al agua y cobrar por todo el morro.
El Capitán de Hierro,
durante el tiempo que lleva en la Jefatura, ha puesto de patitas en la calle a
tres Analistas Clínicos, robándoles la plaza que tenían en propiedad y ganada
por oposición. Y todo porque no eran buenos pelotilleros, cambiándolos por
contratados que sí que saben hacer muy bien la faena de lameculos.
Al primero que echó a la
calle, un hombre, lo acribilló a juicios que eran recurridos por el Analista y
siempre acababa ganando éste. Pero cuando el juicio acababa, ganando el
Analista, el Capitán conseguía que el Salud le pusiera otro juicio. ¡Cómo al
Capitán no le cuesta ni un euro la Injusticia!
Naturalmente, el Analista
dejó de recurrir y renunció a su plaza. ¡Es qué si no, hubiera acabado
arruinado!
Fuera de juego ya el
primer Analista, empezó a hacer mobbing
a otro Analista, esta vez una mujer. Otra persona que no toleraba sus
chanchullos.
La mujer resistió unos
pocos años, con bajas continuadas. Pero la pobre acabó con dolores de espalda
muy fuertes e incapacitantes, hasta el punto de que tenía temporadas en que se
quedaba inmóvil total. Fue operada dos veces de la espalda y al final le dieron
la
Incapacidad Permanente.
Fue cuando ya tenía fuera
de juego a esta Analista, cuando empezó a cargar contra mí. Y mi historia
ya la conocéis todos.
Su mayor aliada es la
Cabo de Hierro, es la que daría su vida por él. Es la supervisora de enfermería
del laboratorio y lleva muchos años trabajando con él, gracias a que es la
perfecta lameculos. Es tan miserable como el Capitán; lo lleva en el alma. Y
por supuesto fue el Jefe quien le dio el cargo de supervisora, digitalmente.
La Cabo siempre ha
manejado los contratos de laboratorio como a ella le ha dado la real gana. Lo
que significa que los más largos y mejores siempre han ido a parar a sus amigas
pelotilleras del Capitán; las mejores lameculos.
Así ha conseguido que
algunas técnicos de laboratorio, que por supuesto se han hecho muy amigas
suyas, recién salidas de la escuela hayan conseguido hacer muchos puntos,
gracias a que nunca han dejado de trabajar y han empalmado siempre contratos. A
las que por casualidad caen por el laboratorio y no hacen la pelota al Capitán,
nunca más las vuelven a contratar.
El problema es que el
Salud es un sistema sanitario corrupto y perverso, donde abunda el latrocinio.
Desde que llegó la Consejera No-he-no los Jefes puestos a dedo han brotado como
setas, pero podridas.
El caso es que nos
deberíamos implicar, todos los ciudadanos, en el control de los macacos.
Deberíamos exigir que cesen a todos los Jefes puestos a dedo y nombren sólo los
estrictamente necesarios, como son los directores y gerentes de hospitales, jefes
de personal y de gestión y el director gerente que coordina la red
hospitalaria. Todos los demás sobran.
Deberíamos escoger entre
los trabajadores, por servicios, un jefe que sólo durara cuatro o cinco años y
después de ese tiempo cambiarlo; con la posibilidad de que si es corrupto
cesarlo del cargo.
De esta manera no habría jefes ladrones, que se creyeran los amos del cortijo, como el Capitán de
Hierro.
Porque al paso que vamos:
¡Vamos a la quiebra total del SALUD!
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