Dado que el presente blog lo inicié
por dos motivos: uno como terapia de curación y otro como ayuda a las personas
que como yo estuvieran sufriendo mobbing, a partir de ahora me dedicaré a la
deconstrucción del hostigamiento que llevo tanto tiempo resistiendo, es decir,
al análisis de sus partes. A todos, los que estén en una situación parecida a
la mía, he de decirles que escribir va muy bien como terapia y escribir sobre
lo que a uno le acontece mucho mejor, porque se ve todo desde una perspectiva
externa al tormento. Es decir se ve más fríamente.
El callarse las cosas, el
no hacer nada y aguantarse por miedo a que las cosas empeoren, amargan la vida,
agrian el carácter y producen un dolor de estómago cada vez más intenso. Y
hacer cosas dentro del marco legal y ver que con eso sólo se consigue empeorar
la situación, porque cada vez se va añadiendo más gente al acoso, produce una
sensación de que todo intento de defensa es totalmente inútil y una impotencia
que provocan que el dolor de estómago se intensifique aún más. Así me he
encontrado yo desde el inicio de los tiempos, una situación que dura ya muchos
años.
Lo ideal para la salud de
la víctima sería tener un encuentro cara a cara y poderles decir, sin problemas,
y a grito pelado: “Ya estoy harta de todos vosotros, sois un hatajo de
sinvergüenzas maquiavélicos, egocéntricos estúpidos y os importa un bledo la
gente, o sea, los pacientes y los trabajadores. Sólo os interesan las máquinas
porque pensáis que os mantienen el prestigio y pretendéis que todos los
trabajadores nos comportemos como máquinas, que hagamos las cosas a vuestro
capricho, estemos a vuestro servicio y saciemos vuestra sed de importancia y
poder. Y a los macacos, también os interesan los macacos, porque tenerlos a vuestro
lado hincha vuestro ego como un globo. ¡Ególatras, que sois todos una pandilla
de ególatras!
¡Uf! Poder decir eso, a
grito pelado, y a la cara, sí que relajaría la tensión nerviosa de una víctima.
Pero las convenciones sociales no lo permiten. ¡Qué lástima!
Por eso estoy de acuerdo
con lo que dice Friedrich Nietzsche en su libro Ecce homo:
“…cuando se me causa un
perjuicio pequeño o muy grande, me guardo mucho de adoptar medidas en contra,
de protegerme, y, como es lógico, de desentenderme y buscar justificaciones. Mi
forma de tomar represalias consiste en responder lo más pronto posible a la
estupidez que se me ha hecho, con algo inteligente, para tratar de ver si así
se puede reparar aquella. Para decirlo metafóricamente, envío una caja de
caramelos para librarme de algo amargo. Basta con que se me haga alguna faena
para que yo tome represalias; pronto hallo la ocasión de expresar mi
agradecimiento al que me ha hecho el mal (en ocasiones hasta por su mala
acción) o de pedirle algo, lo que puede ser una muestra de cortesía superior a
la de dar algo. Igualmente pienso que la
palabra o la carta más
groseras resultan más adecuadas que el silencio. Quienes se callan carecen
siempre de un corazón sutil y cortés. El silencio es algo objetable, tragarse
las cosas produce inexorablemente mal carácter, y hasta hace daño al estómago.
Todos los que se callan son unos dispépticos.” {Nietzsche, Friederich. Ecce Homo. [Madrid]: Ediciones Busma, 1984.
Continuará…
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