jueves, 20 de febrero de 2014

Un poco de psicología

Dado que el presente blog lo inicié por dos motivos: uno como terapia de curación y otro como ayuda a las personas que como yo estuvieran sufriendo mobbing, a partir de ahora me dedicaré a la deconstrucción del hostigamiento que llevo tanto tiempo resistiendo, es decir, al análisis de sus partes. A todos, los que estén en una situación parecida a la mía, he de decirles que escribir va muy bien como terapia y escribir sobre lo que a uno le acontece mucho mejor, porque se ve todo desde una perspectiva externa al tormento. Es decir se ve más fríamente.


El callarse las cosas, el no hacer nada y aguantarse por miedo a que las cosas empeoren, amargan la vida, agrian el carácter y producen un dolor de estómago cada vez más intenso. Y hacer cosas dentro del marco legal y ver que con eso sólo se consigue empeorar la situación, porque cada vez se va añadiendo más gente al acoso, produce una sensación de que todo intento de defensa es totalmente inútil y una impotencia que provocan que el dolor de estómago se intensifique aún más. Así me he encontrado yo desde el inicio de los tiempos, una situación que dura ya muchos años.

Lo ideal para la salud de la víctima sería tener un encuentro cara a cara y poderles decir, sin problemas, y a grito pelado: “Ya estoy harta de todos vosotros, sois un hatajo de sinvergüenzas maquiavélicos, egocéntricos estúpidos y os importa un bledo la gente, o sea, los pacientes y los trabajadores. Sólo os interesan las máquinas porque pensáis que os mantienen el prestigio y pretendéis que todos los trabajadores nos comportemos como máquinas, que hagamos las cosas a vuestro capricho, estemos a vuestro servicio y saciemos vuestra sed de importancia y poder. Y a los macacos, también os interesan los macacos, porque tenerlos a vuestro lado hincha vuestro ego como un globo. ¡Ególatras, que sois todos una pandilla de ególatras!

¡Uf! Poder decir eso, a grito pelado, y a la cara, sí que relajaría la tensión nerviosa de una víctima. Pero las convenciones sociales no lo permiten. ¡Qué lástima!

Por eso estoy de acuerdo con lo que dice Friedrich Nietzsche en su libro Ecce homo:
“…cuando se me causa un perjuicio pequeño o muy grande, me guardo mucho de adoptar medidas en contra, de protegerme, y, como es lógico, de desentenderme y buscar justificaciones. Mi forma de tomar represalias consiste en responder lo más pronto posible a la estupidez que se me ha hecho, con algo inteligente, para tratar de ver si así se puede reparar aquella. Para decirlo metafóricamente, envío una caja de caramelos para librarme de algo amargo. Basta con que se me haga alguna faena para que yo tome represalias; pronto hallo la ocasión de expresar mi agradecimiento al que me ha hecho el mal (en ocasiones hasta por su mala acción) o de pedirle algo, lo que puede ser una muestra de cortesía superior a la de dar algo. Igualmente pienso que la
palabra o la carta más groseras resultan más adecuadas que el silencio. Quienes se callan carecen siempre de un corazón sutil y cortés. El silencio es algo objetable, tragarse las cosas produce inexorablemente mal carácter, y hasta hace daño al estómago. Todos los que se callan son unos dispépticos.” {Nietzsche, Friederich. Ecce Homo. [Madrid]: Ediciones Busma, 1984.

Continuará…   

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