martes, 17 de noviembre de 2015

Siguiendo con la Sentencia (II)


Continua diciendo el juez: “El segundo tipo de hechos (…) La grave desconsideración con los superiores, compañeros, subordinados o usuarios, por grave desconsideración con los responsables del Sector, con su inmediato superior y con sus compañeros, con amenazas, negación de la jerarquía, provocación de enfrentamientos…”

Todo eso lo dice el juez tal y como lo escribieron los macacos en mi expediente, pero se cuidan bien de no aportar ninguna prueba concreta.

¡Todo dimes y diretes!

Y sigue diciendo: “En las comparecencias de diversos compañeros se reflejan muy distintas y reiteradas actuaciones en que la recurrente no se conduce con el respeto adecuado. Así, el Soldado nº 1 explica el origen de los problemas…”

Casualmente, el Soldado nº 1 y yo hemos coincidido muy poco tiempo trabajando juntos. ¿Qué puede saber él del origen de los problemas?
A pesar de ello, el Soldado nº 1 es el más activo en las acusaciones contra mí en la Sentencia.
Se nota que este Soldado quiere tener contento al Capitán y pierde el oremus por él.

Sigue diciendo el juez: “La Sargento, por su parte, refleja también que le llamó mentirosa y repelente…”

¡Será maquiavélica la Sargento! La verdad es que ella es la persona más maleducada de todo el laboratorio, es la que menos respeto tiene a las personas que trabajamos allí y a la única que le encanta decir a la cara “idiota” y “estúpida” a la gente con la que no se lleva bien.

Y sigue diciendo: “…Del conjunto de declaraciones mencionadas se refleja una actitud que va más allá de la mala educación, siendo faltas de respeto perfectamente sancionables, y debiendo tenerse en cuenta además que la recurrente ha generado mal ambiente y una permanente tensión que afecta a todo (…) Ello refleja totalmente el ambiente creado por la recurrente, que evidentemente no es un problema con el Capitán, sino con la mayor parte de los compañeros…”

¿Será posible? Gracias a los dimes y diretes de mis no-compañeros el juez decide que hay mal ambiente y tensión permanente en el laboratorio y todo es culpa mía.

Pero la realidad es que El Capitán decidió hace años que no sería mi jefe y que no me volvería a hablar en la vida, y obligó al resto de mis compañeros a que hicieran lo mismo. Sólo se dirigen a mí para insultarme.
Si están todos unidos contra mí, ¿cómo puedo haber generado yo el mal ambiente?

¡Imposible que sea culpa mía!

Sigue diciendo el juez: “Por tanto queda probada la falta de respeto a los superiores y compañeros, debiendo confirmarse la procedencia de la sanción”.

Desde luego, los dimes y diretes son una prueba muy contundente.

¡Palabra de juez! ¡Lo que usted diga, su Ilustrísima!

Y sigue diciendo: “Con relación a la infracción muy grave (…) En primer lugar, hay un incumplimiento generalizado de análisis”

Y para acusarme del incumplimiento de mi trabajo pasa a decir que yo tengo un porcentaje muy bajo de análisis realizados en un determinado periodo de tiempo y me compara con el Capitán, que tiene el triple de análisis realizados en ese periodo.

Está diciendo que mi rendimiento en la producción de análisis es bajo y el del Capitán alto.

Ya he dicho anteriormente que el Capitán no hace trabajo de laboratorio, así que es totalmente imposible que su rendimiento sea mejor que el mío.
Como buen Jefe de Servicio hace lo que más le gusta: hacer de relaciones públicas con los macacos y con los representantes comerciales.

¡Todo dimes y diretes!

Posteriormente me acusa: “el día X no se presentó a trabajar”.

Y resulta que el día señalado yo estaba de baja por enfermedad, por lo que es natural que no me presentara a trabajar.
Pero el juez ni se molesta en mirar el listado de mis bajas laborales, incluido en el expediente.

Sigue diciendo el juez: “Finalmente, no actualizar sus conocimientos y aptitudes necesarias para el ejercicio de su profesión”.

¡Gran mentira! Yo he realizado todos los cursillos.

¡Mentiras y más mentiras! La Sentencia entera está plagada de mentiras.

Y sigue diciendo: “Por todo ello, debe darse por ajustada a derecho también la determinación de la existencia de varias infracciones, que se han considerado como una continuada.”

¡Palabra de juez! Pero, por favor, no nos engañe y diga que todo lo anterior se ajusta a derecho.

Le recuerdo, Sr. juez, porque eso usted ya lo sabe, que justicia es demostrar los hechos imputados, en un sentido u otro, y no limitarse a repetir, sin más, los hechos relatados por los macacos.

¡Tendrá jeta su Ilustrísima!

En el último punto dice el juez: “Se alega la situación de su salud como eximente o atenuante, lo que habría lugar a desproporción. Debe decirse en primer lugar que estamos ante una multiplicidad de conductas (…) que son lo que podemos valorar en realidad más, con lo cual el hecho de que haya una situación de acoso, no puede justificar en absoluto sus conductas, ya que, por un lado, para alcanzar el nivel de eximente tendría que haber sido una auténtica enfermedad psiquiátrica que habría dado lugar a una baja de varios años de duración. Si ha podido trabajar, no puede decirse que su estado, que no le ha impedido trabajar continuadamente, pueda justificar una suerte de enajenación…”

¡Su Ilustrísima me deja pasmada! Aquí plasma, muy claramente, las intenciones de todos ellos: volverme loca de remate.

Y como no lo han conseguido me castigan: ¡ajo y agua!

¡Aguantar me toca!

¡Pero qué grandísima jeta tiene su Señoría! ¡Eso sí, una jeta muy Ilustrísima!

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