Continua diciendo el
juez: “El segundo tipo de hechos (…) La grave desconsideración con los
superiores, compañeros, subordinados o usuarios, por grave desconsideración con
los responsables del Sector, con su inmediato superior y con sus compañeros,
con amenazas, negación de la jerarquía, provocación de enfrentamientos…”
Todo eso lo dice el juez
tal y como lo escribieron los macacos en mi expediente, pero se cuidan bien de
no aportar ninguna prueba concreta.
¡Todo dimes y diretes!
Y sigue diciendo: “En las
comparecencias de diversos compañeros se reflejan muy distintas y reiteradas
actuaciones en que la recurrente no se conduce con el respeto adecuado. Así, el
Soldado nº 1 explica el origen de los problemas…”
Casualmente, el Soldado
nº 1 y yo hemos coincidido muy poco tiempo trabajando juntos. ¿Qué puede saber
él del origen de los problemas?
A pesar de ello, el
Soldado nº 1 es el más activo en las acusaciones contra mí en la Sentencia.
Se nota que este Soldado
quiere tener contento al Capitán y pierde el oremus por él.
Sigue diciendo el juez:
“La Sargento, por su parte, refleja también que le llamó mentirosa y
repelente…”
¡Será maquiavélica la
Sargento! La verdad es que ella es la persona más maleducada de todo el
laboratorio, es la que menos respeto tiene a las personas que trabajamos allí y
a la única que le encanta decir a la cara “idiota” y “estúpida” a la gente con
la que no se lleva bien.
Y sigue diciendo: “…Del
conjunto de declaraciones mencionadas se refleja una actitud que va más allá de
la mala educación, siendo faltas de respeto perfectamente sancionables, y
debiendo tenerse en cuenta además que la recurrente ha generado mal ambiente y
una permanente tensión que afecta a todo (…) Ello refleja totalmente el
ambiente creado por la recurrente, que evidentemente no es un problema con el
Capitán, sino con la mayor parte de los compañeros…”
¿Será posible? Gracias a
los dimes y diretes de mis no-compañeros el juez decide que hay mal ambiente y
tensión permanente en el laboratorio y todo es culpa mía.
Pero la realidad es que El
Capitán decidió hace años que no sería mi jefe y que no me volvería a hablar en
la vida, y obligó al resto de mis compañeros a que hicieran lo mismo. Sólo se
dirigen a mí para insultarme.
Si están todos unidos
contra mí, ¿cómo puedo haber generado yo el mal ambiente?
¡Imposible que sea culpa
mía!
Sigue diciendo el juez:
“Por tanto queda probada la falta de respeto a los superiores y compañeros,
debiendo confirmarse la procedencia de la sanción”.
Desde luego, los dimes y
diretes son una prueba muy contundente.
¡Palabra de juez! ¡Lo que
usted diga, su Ilustrísima!
Y sigue diciendo: “Con
relación a la infracción muy grave (…) En primer lugar, hay un incumplimiento
generalizado de análisis”
Y para acusarme del
incumplimiento de mi trabajo pasa a decir que yo tengo un porcentaje muy bajo
de análisis realizados en un determinado periodo de tiempo y me compara con el
Capitán, que tiene el triple de análisis realizados en ese periodo.
Está diciendo que mi
rendimiento en la producción de análisis es bajo y el del Capitán alto.
Ya he dicho anteriormente
que el Capitán no hace trabajo de laboratorio, así que es totalmente imposible
que su rendimiento sea mejor que el mío.
Como buen Jefe de
Servicio hace lo que más le gusta: hacer de relaciones públicas con los macacos
y con los representantes comerciales.
¡Todo dimes y diretes!
Posteriormente me acusa:
“el día X no se presentó a trabajar”.
Y resulta que el día
señalado yo estaba de baja por enfermedad, por lo que es natural que no me
presentara a trabajar.
Pero el juez ni se
molesta en mirar el listado de mis bajas laborales, incluido en el expediente.
Sigue diciendo el juez:
“Finalmente, no actualizar sus conocimientos y aptitudes necesarias para el
ejercicio de su profesión”.
¡Gran mentira! Yo he
realizado todos los cursillos.
¡Mentiras y más mentiras!
La Sentencia entera está plagada de mentiras.
Y sigue diciendo: “Por
todo ello, debe darse por ajustada a derecho también la determinación de la
existencia de varias infracciones, que se han considerado como una continuada.”
¡Palabra de juez! Pero,
por favor, no nos engañe y diga que todo lo anterior se ajusta a derecho.
Le recuerdo, Sr. juez,
porque eso usted ya lo sabe, que justicia es demostrar los hechos imputados, en
un sentido u otro, y no limitarse a repetir, sin más, los hechos relatados por
los macacos.
¡Tendrá jeta su
Ilustrísima!
En el último punto dice
el juez: “Se alega la situación de su salud como eximente o atenuante, lo que
habría lugar a desproporción. Debe decirse en primer lugar que estamos ante una
multiplicidad de conductas (…) que son lo que podemos valorar en realidad más,
con lo cual el hecho de que haya una situación de acoso, no puede justificar en
absoluto sus conductas, ya que, por un lado, para alcanzar el nivel de eximente
tendría que haber sido una auténtica enfermedad psiquiátrica que habría dado
lugar a una baja de varios años de duración. Si ha podido trabajar, no puede
decirse que su estado, que no le ha impedido trabajar continuadamente, pueda
justificar una suerte de enajenación…”
¡Su Ilustrísima me deja
pasmada! Aquí plasma, muy claramente, las intenciones de todos ellos: volverme
loca de remate.
Y como no lo han
conseguido me castigan: ¡ajo y agua!
¡Aguantar me toca!
¡Pero qué grandísima jeta tiene su Señoría! ¡Eso sí, una jeta muy
Ilustrísima!
No hay comentarios:
Publicar un comentario