lunes, 26 de marzo de 2012

Se descubrió el pastel

Ahora ya lo entiendo todo: entiendo por qué todo mi cuerpo ha tenido siempre la sensación de que estaba sufriendo un complot. Pues sencilla y llanamente, porque realmente lo estaba sufriendo: por arriba y por abajo. Por arriba, por los macacos y el jefe, y por debajo, por mis no-compañeros. Todos se han complotado y de esta manera me han querido y me quieren hacer pasar por paranoica y loca.

Evidentemente, alegaron en el momento oportuno, que todos ellos no podían ser malos y que por tanto la mala tenía que ser yo. Como dijo el jefe en una de las declaraciones del expediente disciplinario: la única manera de arreglar la situación era o que se fueran todos los especialistas y me quedara yo, o que me fuera yo y se quedaran el resto de especialistas. ¿Qué es más fácil?

Siempre he tenido la sensación de que el jefe tenía algún chanchullo con los macacos, sólo así se podía entender que no intentaran arreglar la situación y me amargaran la vida de tal manera que estuviese a punto de morirme. ¿Para qué arreglar algo que ellos sabían iba a desaparecer?

El punto en común, por arriba y por abajo, es que me quieren quitar de en medio. Quieren que, cansada y amargada, me marche y a ello dedican todos sus esfuerzos.

Por parte de los macacos: porque ya debían tener previsto desde hace mucho tiempo que el hospital se privatizaría, y piensan que cuantos más trabajadores con plaza en propiedad puedan echar a la calle, pues mejor para ellos. Y como no saben mejor modo de echar a la gente que hacer mobbing, pues a eso se aplican.

Por parte del jefe: por puro machismo. Prefiere hombres que le laman el trasero, que mujeres.

Por parte de mis no-compañeros: si el jefe lo manda, se apuntan a un bombardeo.

Ya habían conseguido echar a una analista, con la que se ensañaron y a la que le amargaron la vida hasta tal punto que ha acabado con la espalda destrozada y con la incapacidad definitiva.

Y a un técnico de laboratorio, que se atrevió a discutir con el jefe. Se marchó harto de todo, porque no pararon de amargarle la vida.

Y a una enfermera que podía hacer sombra al Cabo de Hierro, es decir a la Supervisora, con la que ésta había trabajado codo con codo. Con esta enfermera se ensañó especialmente el Cabo de Hierro: la machacó y la remató y la dejó tan machacada que la pobre enfermera, angustiada y desesperada, renunció a su plaza de un día para otro.

Y a un analista, que se había incorporado al hospital proveniente del laboratorio de un ambulatorio que cerraron, y que podía hacer sombra al Capitán de Hierro; éste tenía miedo que le quitara el puesto de jefe. Se marchó cansado de luchar por su puesto de trabajo.

Y a una auxiliar que no le gustaba al Capitán de Hierro, por ser muy mayor. La Supervisora, para tener contento al Jefe, se dedicó a margarle la vida, todo lo que pudo, hasta que se jubiló.

Como podéis ver, son unos maestros del vil arte del mobbing.

5 comentarios:

  1. Con la mierda que echas por tu boca, debes estar podrida por dentro.

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    1. Tengo una curiosidad sobre el comentario del anónimo: 30 de marzo de 2012 14:12. Es evidente que no comparte la experiencia de vida que relata Artemisa. Pero, ¿por qué le ofende su lectura hasta el punto de utilizar contra ella palabras mal sonantes? ¿Usted se ha identificado con alguno de los personajes que ella relata? Si esto fuera cierto, le invito a que se esfuerce un poco más y nos lo redacte con una narrativa más elegante.
      No olvide que en el caso del hecho narrado, la única que está sufriendo es ella. A ella es a la única que se le puede perdonar una dialéctica de desahogo emocional y terapéutico.
      Firmado: Un investigador

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  2. Con todo lo que tragamos todos desde hace tiempo, no hay nadie que se salve de la putrefacción.

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  3. Creo que todo este panfleto lo has escrito mirándote al espejo verdad? porque tanto odio y rencor contra la humanidad, no es posible si uno/a no lo encuentra enfrente, descubriéndose tal y como se es.

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  4. yo creo que tienes razon yo misma soy tel y he sufrido acoso

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