Es el único analista
hombre, soldado raso, que tiene plaza fija en el laboratorio, y fue trasladado
a la fuerza, como yo, pero se adaptó bien y pronto.
Tenía dos ventajas sobre
mí, una que es hombre, y la otra que nunca ha destacado por su inteligencia. No
representaba ninguna amenaza para el Capitán. Éste sabía que el soldado haría
siempre lo que él le ordenara.
¿Te acuerdas lo que
solías decir del Capitán, hace ya mucho tiempo?: “Que le gustaba ser jefe más
que a un niño un caramelo”.
Pues bien, ese fue mi
gran problema.
A diferencia de ti, yo
soy mujer y encima saqué el número “1” en la oposición de Análisis en que nos
presentamos los dos, el Capitán y yo. ¡Siempre me ha tenido manía!
Pero tú tenías que
adaptarte a los caprichos del Capitán y de la Sargento. Ellos te inyectaron
toda la rabia y todo el odio que tenían contra mí.
Por eso me diste un
empujón, un día hace ya tiempo, echando con fuerza tu inmenso cuerpazo contra
mí, cuando yo estaba tranquilamente hablando con una técnico. Para descargar
toda tu rabia, ¿no? ¿Te quedaste descansado?
Por eso me arrancasteis
de cuajo el intermitente lateral de mi coche, para descargar toda la rabia
grupal. ¿Os quedasteis descansados y felices?
Pero también hubo
momentos emocionantes para ti.
¿Te acuerdas de aquel día
que participaste en una escaramuza de linchamiento, orgía acusadora y acosadora,
y me atacasteis, cogiéndome desprevenida, en la pequeña salita donde estaba yo
sola desayunando?
¡Que importante te
debiste sentir aquel día! ¡Tú, un simple soldado, formando una horda de
linchamiento junto con el Jefe de Personal y el macaco Molino! ¡Qué
enardecimiento y qué emoción! ¡Casi se te sale del pecho el corazón!
¿Te acuerdas de cómo
mirasteis a ver si estaba sola y cómo entrasteis de sopetón para que nadie os
viera y rápidamente bloqueasteis la puerta, entre el jefe de personal y tú, para que nadie pudiera entrar y yo no pudiera
salir? ¡Para que nadie os quitara la diversión!
¿Te acuerdas de cuantas
veces me acusó el macaco Molino de no querer trabajar, repitiéndomelo, una y
otra vez, como un disco rayado, sin poder decir yo ni una palabra? ¿Cuántas veces
serían?, ¿veinte o treinta?
Y me quitó todo mi
trabajo, y me dejó sin poder hacer nada.
Y al día siguiente el
Capitán remató la faena diciéndome que no podía estar en mi puesto de trabajo,
porque el macaco Molino me había quitado todo mi trabajo, es decir, me habían
echado.
¡Ah! ¡Pero hay que
recordar que tú hiciste una aportación muy importante! ¡No se te ha de quitar
mérito! Le sugeriste al macaco Molino que me tenía que quitar las guardias.
¡Qué valor el vuestro!
Tres hombres potentes contra una mujer indefensa.
Aquel día sí que
creísteis que me habíais aniquilado, ¿verdad? Pensasteis que habíais acabado
conmigo.
Pensasteis que
abandonaría rápidamente el laboratorio y que me podríais acusar de “abandono de
puesto de trabajo”. O, ¿quizás pensasteis que en el camino a casa, con lo
nerviosa que me habíais puesto, tendría un buen accidente y me iría al otro
barrio?
Sea como sea, sí que
pensaste que toda tu amargura se acabaría aquel día.
Y la verdad sea dicha,
podría haber sido así, porque aquel día casi me volvéis loca.
Pero ya ves, aún sigo en
mi puesto de trabajo. Gracias a Dios, soy como el “ave fénix”, que renace de
sus cenizas.
¡Qué valor el tuyo,
contra las mujeres! ¡Qué machismo!
¿Te acuerdas con qué
agresividad solías tratar a tus mujeres (técnicos) en tu pequeño laboratorio,
de donde tú te sentías el jefe?
Y, ¿te acuerdas cómo
hacías llorar a la que siempre te sacaba las castañas del fuego?
Y ahora, que esa técnico
está trabajando en el hospital, y no te sirve para nada, ni siquiera la saludas.
¿Será por tus viejos
fantasmas?, ¿o será por mí?; ¿o será porque, como tú vas diciendo por ahí, está
en el equipo contrario?
Y, ¿cuál es el equipo
contrario? ¡El de las mujeres que no le besan el trasero al Jefe!
Y, ¿qué decir de tu
declaración ante el juez de lo penal y ante la Instructora de mi expediente?
Nada especial.
Descargaste toda tu rabia
con las mentiras que te habían preparado, el Capitán y la Sargento, en las maquiavélicas
reuniones de trabajo.
Pero tú ya sabes que se
coge antes a un mentiroso que a un cojo, y de toda la banda de mentirosos del
laboratorio, tú serás el más fácil de cazar. Y te voy a explicar por qué.
¿Te acuerdas cuál era
nuestra situación hace diez años? Pues en ese momento a mí me obligaban a
sustituirte por vacaciones. Ese año sólo coincidimos quince días trabajando
juntos, más o menos.
Y, ¿te acuerdas de cuál
era nuestra situación hace cinco años? Pues, entonces declaraste ante el juez
de lo penal soltándole, ya no me acuerdo qué sarta de mentiras, pero viniéndole
a decir que yo me había portado mal contigo y te había amargado la vida.
Y después a la
Instructora le soltaste las mismas mentiras y unas cuantas más.
Para cuando vomitaste tus
mentiras a la Instructora, entre mis bajas y tus bajas, mis vacaciones y las tuyas,
y los días de fiesta correspondientes, llegaríamos a trabajar juntos, como
mucho, treinta días.
¿Quién se va a creer que en
esos pocos días yo te amargara la vida? Más bien, culpa a tus amigos y
compañeros de ejército.
Y ¿quién se va a creer
que tú puedas tener la más mínima idea
de mi comportamiento y desarrollo de trabajo en el laboratorio?
Lo dicho, mentiras
preparadas por el Capitán y la Sargento.
Y ya para acabar, un
consejo para ti:
¡Cúrate toda la rabia y
todo el odio que te atormentan el alma! ¡Tu salud te lo agradecerá! ¡Seguro!
Llevas más razón que un santo, como siempre.
ResponderEliminarSigue adelante.
Muchas gracias, por tu apoyo moral
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