¿Qué justicia? Yo todavía
no la he conocido.
Me parece que en este
país, y a estas alturas, todo el mundo tiene claro que aquí no hay justicia.
Aquí mandan los macacos y
hay la justicia, o injusticia, que ellos quieren; ni más ni menos.
En mi caso, por el
momento, no ha habido ninguna, y eso que, hasta ahora, me han tocado unos
cuantos jueces.
Pero ya lo dice el dicho
popular: “cuando la política entra por la puerta del juzgado, la justicia salta
por la ventana”.
En general, no hay
justicia para los simples mortales. Aunque supongo que en algún caso la habrá,
pero es la excepción que confirma la regla.
Cuando hay macacos de por
medio, la balanza siempre se decanta a su favor.
Que no hay justicia en
este país es algo que ha denunciado durante muchos años el abogado Bertelli,
que es el presidente de la fundación JUREI (Justicia Responsable e
Independiente).
Este abogado se ha pasado
mucho tiempo denunciando la prevaricación de los jueces y ha sufrido, en su
propia carne, la venganza y el terror provocado por el sistema judicial contra
él.
Bertelli lo tiene y lo
dice muy claro: la justicia hay que exigirla, no suplicarla. Y yo estoy
totalmente de acuerdo con él.
Que no hay justicia lo
reconocen, también, los propios jueces, algunos de los cuales firmaron en el
2013 un manifiesto por la independencia judicial: el manifiesto de los mil
quinientos.
El manifiesto de la
“plataforma por la despolitización y la independencia judicial” dice, para
empezar, que los firmantes se unen para denunciar públicamente el desmesurado
grado de politización y pérdida de independencia en que se encuentra sumido el
PODER JUDICIAL en nuestro país.
Siguen diciendo que, el
principio de este proceso de deterioro, se achaca a la Ley Orgánica del Poder
Judicial de 1985, que “procedió a desposeer a los jueces y magistrados de su
derecho a elegir a 12 de los 21 miembros integrantes del CGPJ (Consejo General
del Poder Judicial) transfiriendo íntegramente al parlamento la elección de
todos ellos”.
Y dicen los firmantes,
que el poder político, “que por su propia genética siempre ha dado sobradas
muestras históricas de su incontenible afán expansivo y dominador, consiguió
derribar el principal muro de protección constitucional de esa independencia
judicial”.
Por eso el manifiesto subraya
la existencia “de un proceso de contaminación política y ocupación progresiva
del espacio judicial que desde 1985 inició el poder político dominante y que
aún no se ha detenido ni ha alcanzado sus últimos objetivos”.
Sigue diciendo el
manifiesto, que el poder político “fiel una vez más a su insaciable afán por
controlar a su controlador, lejos de respetar esas advertencias y condiciones
del TC procedió a renovar los sucesivos consejos judiciales en clave política”.
Según el manifiesto, “han
ido quedando impregnadas del mismo tinte político las más relevantes decisiones
del CGPJ, lo que trajo consigo las más nefastas y lesivas consecuencias para la
independencia judicial en su sentido más pleno y constitucional del término y,
al propio tiempo, un progresivo descrédito y desconfianza de los ciudadanos en
la Justicia como último baluarte del Estado de Derecho”.
La plataforma pretende
“un gran PACTO DE ESTADO que asuma el compromiso de restituir al poder judicial
y a cada uno de sus titulares la independencia y la dignidad que la
Constitución les reconoce”.
Si los propios jueces
dicen que no hay justicia en este país, verdad será.
Por cierto, y dicho sea
de paso, ninguno de los jueces que a mí me han tocado, que yo sepa, han firmado
el manifiesto. Supongo que a ellos ya les van bien las cosas tal y como están.
El problema más grave de
este país es que la gente no puede vivir en paz y con tranquilidad. Pero lo
más grave de todo, es que no es por culpa de los delincuentes sino de los
jueces.
Ya lo dijo Quevedo: “menos
mal hacen los delincuentes que un mal juez”.
Y lo ha dicho Luis
Bertelli: “Veintitrés intensos años de convivencia con el Poder Judicial avalan
la manifestación de este letrado de que en su seno tenemos a los mayores
criminales de este país, no sólo por vulnerar impunemente las leyes penales,
sino por haber arruinado, abusando de su poder, la vida de infinidad de
ciudadanos y obligado a tantos justiciables y profesionales a prostituirse
conocedores de que los pleitos los ganan los más allegados al juez”.
Y ya lo dice el Talmud: “desgraciada
la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.
Y así vivimos en este país
la gente corriente: permanentemente agobiados, irritados, exasperados,
expoliados y amargados.
Y, ¡desgraciados! ¡Muy desgraciados!
La verdad es que sí, a estas alturas ya no hay nadie que crea en la justicia. Ya hemos visto a unos cuantos ladrones reírse de nosotros e irse impunes...
ResponderEliminar¡Y gracias a esta entrada lo entiendo todo! ¡¡No me extraña que se vayan sin problemas si ellos mismos son los que deciden!! El sistema judicial apesta a podrido.