lunes, 29 de marzo de 2010

SEGUNDO LUGAR DE TRABAJO

Realmente iba todo mal, el trabajo se acumulaba de un día para otro. Pero a mí me tenían vetada la información y la organización. Tal como se dice actualmente, me ningunearon, lo que quiere decir que yo no era nadie. Total, una simple mujer, ¿cómo iba yo a poder ayudar a organizar nada? La información de cómo querían hacer las cosas la comentaba el Jefe, que me había tocado soportar, con mi compañero de entonces (es un decir, lo de compañero) y a mí nada de nada.

Ese no-compañero es un graciosillo machista que de trabajar lo menos posible y si tiene una mujer en quien cargar el trabajo más pesado, pues ideal. Le vino al pelo, total, el jefe es el jefe y si él sale ganando, pues, ¿que más le puede pedir a la vida?

Me pusieron muy nerviosa y casi me vuelvo loca intentando comprender qué pasaba e intentando enderezar el trabajo. Entonces me fue imposible entender qué narices podía suceder. El día a día se complicaba cada vez más y mi equipo de trabajo también estaba cada día más alterado. El caso es que el macaco Mortero y el Jefe lo manejaban todo desde su feudo hospitalario y se lo comunicaban por teléfono a mi no-compañero. Y encima se debían de partir de la risa y debían rebosar de orgullo y poder.

Pero claro, las cosas no iban bien y los médicos se empezaron a quejar y siguieron quejándose. Entonces, ¿qué podían hacer los macacos? Lo que no podían hacer era reconocer que quizás la culpa era de ellos. No, eso no era posible.

Los macacos habían desplegado una gran publicidad sobre la importancia de eliminar mi antiguo lugar de trabajo; sobre lo bien que le iría a la población y sobre lo mucho que ganarían con ello. Se habían reunido con el ayuntamiento de la zona, con los médicos del área, habían hablado por la radio, habían salido en los periódicos, etc. Lo típico, lo que más les gusta a los macacos, foto y palabrería.

¿Qué podían hacer en ese momento? Pues fácil, buscar un chivo expiatorio y qué mejor que aprovechar la mujer sin importancia que se encontraba en medio del fregado. Allí estaba yo y allí me encontré, por primera vez, en medio del mobbing que ya lleva durando 5 largos años y que casi acaba conmigo.

Tres meses me dejaron en aquel lugar. Al tercer mes, el macaco Mortero me envió una carta (tirada sobre mi mesa de trabajo) diciéndome que en aquel sitio yo ya no tenía nada que hacer y que debía ir al hospital. Ni siquiera se dignaron a hablar conmigo.

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