lunes, 5 de abril de 2010

EN EL HOSPITAL

Aquí me encontré sin comerlo, ni beberlo y sin quererlo. Llegados a este punto os diré que soy especialista en Análisis Clínicos y que trabajo en un laboratorio.

El primer día que me encontré en el hospital le pregunté al jefe del Laboratorio que por qué tenía que estar allí. Encogiéndose de hombros me dijo que me querían allí y se quedó tan tranquilo.

Quería averiguar qué había sucedido para que me impusieran el cambio y decidí ir a preguntárselo al Director. Me dieron cita para hablar con él y me encontré con que no estaba en su despacho a la hora convenida. Esperé y esperé y después de una hora decidí que ya había esperado bastante. Supongo que en ese momento estaban reunidos el macaco Mortero, el Director y el jefe de laboratorio, partiéndose de risa. Ese fue el primer momento en que empecé a darme cuenta de que los macacos siempre dan la callada por respuesta a cualquier cuestión planteada por un trabajador, primate normal y corriente.

Desde ese primer momento, en que me encontré trabajando en el Hospital, empezaron las putadas. El primer día que tenía guardia desde que estaba allí, dejé mis cosas en la habitación que tenía asignada. Hacia el mediodía habían desaparecido los muebles y mis efectos personales, incluida la ropa de calle. Tuve que preguntar al jefe y me envió al Servicio de Lencería. Allí pude recuperar mi bolsa y mi ropa.

Esto era un preludio de todo lo que estaba por venir, aunque en ese momento yo no lo sabía. Ese día decidí que era mejor tomarme las cosas con filosofía y que de ese modo posiblemente pasaría todo y podría volver a trabajar con normalidad. No tenía ni idea de todo lo que me vendría encima.

Ya desde mi estancia en el hospital empezaron mis problemas físicos, paralelamente a mi estado de estrés y alteración mental. Lo primero que me apareció fue una rinitis insoportable y que me ha acompañado todo el tiempo. Esta rinitis se agrava con mi estado de nerviosismo, me tapa los oídos, me produce otitis y, lo peor de todo, hace que no pueda pararme de sonar en todo el día. Con lo cual, tengo a mi familia mareada, aunque al final ya se han acabado por acostumbrar.

Lo segundo, también en ese tiempo, fueron unas abundantes pérdidas de sangre que me produjeron una anemia galopante. Era tal la anemia que yo iba todo el día con el ánimo por los suelos; pero a pesar de todo, lo que hice fue tomar hierro y seguir trabajando.

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