No hay que ser un gran
investigador de la historia para darse cuenta de que en el siglo XVIII se produjo
un gran cataclismo mundial, que inició una cadena de luchas que durarían tres siglos.
Es muy posible que a este periodo le corresponda el mito del Diluvio Universal,
señalado en las Sagradas Escrituras, pues las guerras llovieron por todo el
planeta y lo arrasaron plenamente. La ambición de los gerifaltes europeos se
disparó en ese tiempo, lanzándose a conquistar y repartirse el mundo.
Los grandes imperios
europeos se enzarzaron en una gran carrera de colonización para conseguir el
estatus de “gran potencia” y eso requería tener una gran historia. Todo era
válido para sus ambiciones y proyectos de hegemonía.
El proyecto de
reconstrucción del Nuevo Mundo requería hacer “borrón y cuenta nueva” y hacia
ese objetivo se enfocaron los poderes sacros e imperiales del momento.
El poder sacro europeo
estaba representado por el Papa de Roma
y sus sicarios, monjes y jesuitas, fueron los artífices del inicio de la
manipulación de la historia. El poder Papal se había instalado en los Estados
Pontificios y usurpó a Cristo y su imaginería, haciéndolo renacer para el
dominio y la sumisión de todas las almas de la tierra. Y digo renacer porque el
cristianismo, en verdad, había nacido en Egipto unos siglos antes del
Renacimiento.
La Iglesia Católica
Apostólica y Romana reinventó a Jesucristo y todo su simbolismo, fijando su
nacimiento cuando implantó el calendario gregoriano. El promotor de este
calendario fue el papa Gregorio XIII, quien promulgó su uso por medio de la
bula Inter Gravissimas, y a partir de 1582 se fue sustituyendo el calendario
juliano (anterior) en todos los países de dominio cristiano.
En el Renacimiento
toda la vida giraba en torno a la religión y alrededor de ella se reinventó
también la historia. Los monjes encerrados en las bibliotecas de sus conventos
le fueron dando a la manivela de la imaginación.
Actualmente se cree que Eusebio de Cesárea fue el padre de la historia, después le seguirían San Jerónimo, Teófilo, San Agustín, Hipólito, Clemente de Alejandría y James Ussher. Todos ellos religiosos.
Pero a la Historia,
contada por los anteriores, le faltaba una cosa muy importante para entenderla
y ésta es la Cronología; o séase el relato de los hechos históricos ordenados
por fechas.
Pues bien, la Historia
Antigua, que conocemos hoy en día, es el resultado de un largo trabajo de
varias generaciones de cronólogos desde el siglo XVI al XIX.
Se considera a
Josephus Scaliger el fundador de la Cronología como ciencia. Sus obras
principales sobre Cronología son “Opus Novum de Emendatione Temporum” de 1583 y
“Thesaurus Temporum” de 1606. Se dice que intentó reconstruir la obra de
Eusebio de Cesárea pero que le fue imposible por tener ésta muchas lagunas.
De Emendatione
Temporum es el primer trabajo que construye el mapa cronológico de las grandes
civilizaciones humanas, sobre las que se ha edificado la historia oficial.
Los trabajos de
Scaliger los retomó y acabó mayormente el cronólogo Dionisius Petavius. Sus
obras más conocidas sobre cronología son “De Doctrina Temporum” de 1627 y
Rationarii Temporum de 1640.
La base de la
cronología de Scaliger es la tradición eclesiástica y a lo largo de los siglos
posteriores la historia siguió siendo predominantemente eclesiástica y por lo
general escrita por religiosos. Así,
Scaliger fue teólogo y Petavius jesuita, autor de escritos teológicos.
La Compañía de Jesús dice oficialmente que nació en el año 1540, pero en realidad fue en 1725 en Roma. Apareció en el marco del Tratado de Viena de 1725, momento en que se pacta el reparto del mundo y se planifica su colonización europea coordinada. Los jesuitas fueron el brazo armado del Papado y se encargaron de iniciar el trabajo de reconstrucción de la historia de forma integral, a gran escala, alterando toda la documentación existente hasta el siglo XVIII. La Compañía, autorizada por el Vaticano, y con el apoyo y la colaboración de los poderes imperiales europeos, fue la encargada de crear la base documental de la historia sagrada, con un mapa cronológico hecho a medida de los intereses de todos los poderes del momento.
Pero no fueron los
jesuitas los únicos manipuladores de la historia, a éstos hay que añadirles los
francmasones. La francmasonería nació también el siglo XVIII y participó de
manera coordinada con la Compañía en la reconstrucción de la historia global para
facilitar, de este modo, la repartición de poderes y apoyar el asentamiento, y
el derecho de los gobernantes a sus posesiones.
Así, los trabajos de Scaliger y Petavius se perfilaron durante los siglos XVIII y XIX, siendo maquillada la historia por capas y capas historiográficas incluidas posteriormente. Hecho todo a base de mitos y leyendas.
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